Separatismo social

11/10/2012

diarioabierto.es.

Hay que entenderlo. De tan desvelado que anda el presidente Rajoy con el separatismo geográfico de esta su España, y cada día la de menos gente, no saca tiempo para sopesar otros abismos. Este país, aunque les duela a los críticos con el Gobierno, ya está a la cabeza de Europa no sólo en desempleo sino en desigualdad social. Es decir, reina en esa frontera que no separa territorios sino dignidades humanas. Algo que, ciertamente, comparado con si la línea que aparece en el mapa es continua o discontinua es una absoluta nimiedad. Ya se sabe que ser pobre es una nacionalidad en sí y que sus habitantes, pese a hablar distintos idiomas, se entienden sólo con esos gestos que oscilan entre la rabia y la resignación. Hay tantos antipatriotas, señores de un lado y otro de las trincheras del terruño, que capaces son de preferir un trabajo que les garantice un futuro medio saneado a cantar extasiados cualquier himno o besar con pasión una bandera. Es lo que tienen estos desaprensivos que sólo reparan en las personas y no en los acentos.

En más de 1,7 millones de hogares todos sus miembros están sin empleo y el 33% de los parados ya no recibe prestación alguna ¿Creen que les consuela mucho que por sus venas corra sangre de heroicos guerreros? Qué menos que el orgullo se equipare al desodorante y, en consecuencia, sea algo tan personal como para que ningún gobernante tenga la tentación de administrar sus motivaciones. Yo no estoy orgulloso de ser español ‘per se’, pero sí de compartir asiento en el bus o cañas en las tabernas con gentes que, en pocas horas y en plena crisis, reúnen el dinero suficiente para que una pequeña de dos años a quien ni siquiera conocen se pueda operar del corazón en EEUU. Nunca me importa de dónde son. En todo caso el lado por el que caminan. Ya saben. Deben ser esas pequeñas cosas que, como cantaba un ilustre catalán (vaya por Dios), nos hacen que lloremos cuando nadie nos ve.

Yo no sé si, como clama Rajoy, pedir la independencia es un disparate, pero sí lo es recortar la Ley de Dependencia porque para algunos, entre los que me incluyo, no hay centímetro cuadrado de suelo que valga más que una vida. Y lo es embarcarse en una cruzada de ‘españolización’ del infiel que dice muy poco de quien la propone. Simplemente dice que a ministro no sólo puede llegar cualquiera sino que hasta Wert es capaz de ello. En justa correspondencia habría que preguntar al señor Mas si su legítima propuesta soberanista implica de modo inmediato el pago a los hospitales y las escuelas para que los ciudadanos, el capital más valioso de cualquier nación, puedan mejorar su día a día sin que para ello se les pregunte si son de Cerdanyola, de Córdoba o de Senegal. De no ser así yo le reconozco el derecho de consulta y, como no puede ser de otra manera, la aceptación del voto de las mayorías. A cambio usted debería entender que a las preferencias por motivo de geografías no me opongo en mi calidad de perfecto español sino de imperfecto ser humano.

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