Aunque parezca extraño y dado que España no entra en el circuito mundial de la “hight society” internacional donde estar y ser vistos, tipo Gsstad, Cote d’azur o similares, Carlota Casiraghi no había tenido ocasión de visitar “oficialmente” Madrid. Sí es cierto que estuvo el año pasado saltando a caballo en Valencia, pero ha sido la invitación cursada por la Maison Cartier la que ha provocado en ella ese deseo por venir. No es raro que acepte acompañar a la Maison en momentos importantes, también lo hizo a principios de año cuando la invitaron a entrega el trofeo del Torneo Internacional Cartier de Polo en Dubai o hace unas semanas en la cena que ofrecían en París con motivo de la 26 Bienal de Anticuarios.

No estará muchas horas. Carlota llega; en vuelo privado acompañada por su guardaespaldas monegasco, el mismo lunes por la mañana y estará lo justo para visitar tranquilamente la exposición con más de 420 piezas de joyería que inaugura el día 24 la casa Cartier en el Museo Thyssen, hacer un posado oficial en el propio museo, para el que se han acreditado más medios que para una final Europea de fútbol y asistir por la noche a la cena privada de gala que ofrece Cartier bajo la presidencia de honor de Su Alteza Real la Infanta Doña Pilar.  Al día siguiente, seguramente con pena por no haber tenido ocasión de visitar el Prado o el resto del museo Thyssen que tan cerca le quedan del hotel, dejará Madrid.

Carlota además, tiene otro motivo sentimental para acudir a esta cita madrileña, y es que su principado ha prestado cuatro piezas importantes que pertenecieron a su abuela Grace Kelly y son las joyas de Cartier con las que posa en su retrato oficial la princesa de Mónaco. Lo excepcional es que se vean en Madrid porque es raro que estas piezas se presten para exhibiciones pero la ocasión lo merecía; se cumplen 20 años del Museo Thyssen, 30 de la muerte de Grace Kelly y 165 de Cartier, mucho que celebrar en presencia de la baronesa Thyssen, la gran hacedora.