Derecho al autoengaño

27/10/2012

diarioabierto.es.

Aunque no esté recogido en la Carta de la ONU, el derecho a engañarse a sí mismo adquiere a menudo en política la categoría de fundamental. La voluntad no es otra que, por ende, tratar de hacerlo con los demás de tal modo que los fracasos propios parezcan achacables a factores ajenos. Lo hace a menudo el Gobierno cuando la prima de riesgo se excita, los mercados se alborotan o la confianza se desmorona aún más. Entonces la responsabilidad se busca en el legado de Zapatero o a la sombra del Partenón por aquello del hundimiento griego o en la hostil coyuntura internacional. Solo cuando la cosa se relaja, en pocas ocasiones ciertamente, se saca a pasear el inconmensurable carisma de Rajoy. Esas abrumadoras dotes de liderazgo que le han llevado, a lomos de los palmeros mediáticos, a arrasar en Galicia. O eso dicen algunos. Tan épica ha sido la victoria que en únicamente diez meses como presidente, aunque abulten más que diez años, su partido ha logrado perder en su patria chica más de 200.000 votos y casi 150.000 sobre las autonómicas anteriores.

Bien es cierto que lo importante no es lo que pase sino cómo se cuente. Un ejemplo reciente es despertarse con las desoladoras cifras del paro y ver grandes tipografías que, lejos de informar de que uno de cada cuatro españoles quiere trabajar y no puede, se hacen eco de los deseos del Ejecutivo para 2013 y eso lo convierten en presunta noticia. Por lo visto mejorará la situación. Eso siempre y cuando la Virgen del Rocío, asesora de cabecera de la ministra Báñez, quiera o, desde un punto de visto más agnóstico, puede que así sea porque empieza a ser imposible ir a peor incluso con Montoro. Por lo tanto, la radiografía electoral debería invitar a todo menos al triunfalismo ¿Qué éxito supone para cualquier partido que los ciudadanos huyan de las urnas? Cuando gana la abstención (siete puntos por encima de la registrada en 2009), que no deja de ser una forma de votar, de alguna forma pierde la democracia y para quienes, con sus muchos defectos, todavía creemos en ella es motivo de pesar y nunca de euforia.

Dicho lo cual se entienden los brindis del Partido Popular en la noche electoral. Si desde Ferraz se planteó la contienda como un refrendo o un castigo a las políticas de Rajoy hay más de lo primero que de lo segundo. No vale buscar ahora coartadas regionales que no se manejaron en campaña.  La derecha ha ampliado su ventaja no tanto porque a los electores les plazca tener que pagar más teniendo menos salario, quien lo tiene, o peores servicios sino porque no vislumbra una opción fiable. Algo que, necesariamente, no significa que no la haya o pueda haberla en un futuro. Sin embargo, hoy la alternativa a este bipartidismo felizmente en declive (que lo estaría más con una normativa electoral distinta y por tanto justa) ha sido capaz de hundirse aún más y ello no por el desgaste del poder sino en su papel de opositor a los mayores recortes sociales que ha conocido la democracia. Un mérito tan grande como indeseado para los socialistas aunque seguramente no para todos.

Habrá quien vea en este serio tropiezo, desde la buena fe, oportunidad para replantear cuál ha de ser el camino ideológico y no faltará quien verá ocasión pintiparada para hacerse con una vara de mando. Lo que no parece discutible es que un día después de que su actual líder, Alfredo Pérez Rubalcaba, mostrara su disposición a seguir al frente, lo que para unos será ejercicio de responsabilidad y para otros suene a amenaza, ya se hablaba incluso de la posibilidad de una gestora. Por encima de esos tinglados orgánicos, que poco o nada interesan a la inmensa mayoría de la ciudadanía, lo que sí se antojaría deseable es que aflorara un ideario concreto que ofrecer a los electores para que, al menos, lo respalden o rechacen con conocimiento de causa.

Y a ser posible, si se tiene tiempo y no es mucha molestia, que no varíe en función de si se está en el gobierno o en la oposición. La falta de credibilidad de quienes, como ese hombre encantado de conocerse a sí mismo llamado Tomás Gómez, utilizan cimientos ideológicos tan importantes como los impuestos como si fueran rebequitas de entretiempo, ahora me la quito, ahora me la pongo según haga calor o relente, igual le ayuda a él a escalar dentro de su partido, pero no parece la mejor estrategia para convencer fuera.

Tampoco es fácil de olvidar que lo que el presidente del partido, José Antonio Griñán, tilda de posible “error”, cual es la reforma apresurada y pactada entre el PP y el PSOE del artículo 135 de la Constitución durante el Gobierno de Zapatero, viene a ser, convenientemente traducido, el embrión de todos los recortes sociales. Esa “prioridad absoluta” de pago a los bancos para saldar las deudas financieras por encima de todas las cosas es la que está provocando que la deuda social crezca hasta extremos asfixiantes. Legitimidad para luego protestar en la calle contra los recortes toda, complicidad en ellos también.

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