Nos suben los humos

03/12/2010

Maite Vázquez del Río.

Lo de que suban los Impuestos especiales es un recurso ya más que manido y agotado. Esté quien esté en el Ministerio de Economía, que necesita unos eurillos de más para ajustar lo inajustable, pues hala… a subir los impuestos especiales, los que gravan el tabaco y el alcohol. Y Elena Salgado, precursora de la cruzada antitabaco, cual el Rey Arturo en las cruzadas medievales, vuelve a la carga.

El mago Merlín le ha conseguido la pócima: aplaudir todo lo que sea recaudar más dinero para que las huestes europeas sean nuestras aliadas y los especuladores enemigos dejen de mirarnos y se alejen los males de ojo que últimamente nos acechan como aves de presa.

Siempre he dicho que con el problema del tabaco los gobiernos emplean una doble moral. Cada vez a los fumadores nos lo ponen más difícil, pero por qué será que no lo prohíben radicalmente y que ni se pueda fumar en casa. Esta vez con la subidita de turno Hacienda se va a encontrar el regalo de otros 1.200 millones de euros, más los 18.000 millones inicialmente previstos en esta partida. Y sin hacer nada.

Salgado ha vuelto a salir para justificar la subida con que a mayor precio más desincentivo para que las personas dejen de fumar, y sin olvidar el ahorro que tendrán las cuentas de la sanidad pública si por fumar menos la gente enferma menos. Vamos que todos son beneficios.

Menos para los estanqueros, que ya han calculado que venderán un 40% menos. Menos para la hostelería, bares, discotecas, hoteles… que después de lo que se gastaron en la primera cruzada de Elena Salgado, incluidos los mandos de las máquinas que cada dos por tres se mojan o se pierden (a 200 euros la pieza), no sólo no les ha dado tiempo a amortizarlo, sino que además tendrán que volver a pagar para retirar las “peceras” de los fumadores.

Y a los que fumamos, ¿qué decirnos para ver si de una vez el propósito de dejar de fumar se cumple? Los que llevamos ya años “enganchados” sabemos que el tabaco envuelto en ese papel suave no es puro, que lleva productos químicos, algunos tan perniciosos como la mismísima nicotina, pero los gobiernos de todos los países, con sus grandes laboratorios para que no se envenene a los ciudadanos no han sido capaces de prohibirlos.

Los  que somos fumadores empedernidos sabemos que ya nos pueden poner la cajetilla a precio de oro. Es tanta nuestra dependencia, y hemos encontrados tantas decenas de justificaciones para seguir fumando, que pagaremos lo que Elena Salgado nos sin rechistar.

Y con esta doble moral llegamos a otro punto aún más preocupante. La cantidad de puestos de trabajo que se perderían si se prohibiera fumar en todo el mundo. ¿Habrá alguien que se atreva? España dejaría de recaudar casi 20.000 millones al año… Salgado dirá que para reducir el déficit ese dinero lo necesitamos, aunque proceda de los proscritos fumadores.

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