Mira que le sentó mal al mercado el dato de paro en Estados Unidos, cuando la realidad es que salía por la «cuenta de la vieja». Resultó que el mercado, que dicen que lo descuenta todo anticipadamente, no contaba con una tasa de paro del 9,8%, lo que sirvió de excusa para una corrección en toda regla que, sin embargo, no llegó muy lejos.

Entre que los mercados europeos empujaron al final y que los propios estadounidenses tienen ganas de subir, tuvimos otra sesión de esas de ida y vuelta que tanto me gustan, aderezada además por noticias que uno no sabe muy bien como interpretar respecto del «déficit panel», la comisión que debe proponer medidas para cortar el alarmante déficit estadounidense. En una primera lectura el mercado interpretó que en la comisión no haya mayoría suficiente para forzar una votación del plan en el Congreso como un dato malo y luego pareció importarle un bledo y siguió a la suyo, que era recuperar los niveles del día anterior contra viento y marea.

Y pasito a pasito lo fue consiguiendo, hasta llegar a las puertas del cierre con todo el trabajo hecho, el Nasdaq ya en positivo y tanto el Dow como el S&P 500 a tiro de piedra de «empatar el partido». A falta de solo un cuarto de hora, los tres índices habían superado todas las expectativas y estaban claramente en positivo. Toda una demostración de que cuando el ambiente es positivo, no se quiebra fácilmente. Lo difícil es detectar cuándo es positivo y sobre todo, cuando va a cambiar de forma radical de la depresión absoluta a la euforia.

De la sesión, me quedo con el sprint final, porque a esas horas de un viernes son los grandes los que actúan. Y eso son palabras mayores. Al cierre, el Dow ganó un 0,15%, el Nasdaq otro 0,47% y el S&P 500 avanzó un 0.26%, cerrando la semana que puede marcar el comienzo del fin de las dudas. De todas formas, nada de confiarse, que el mercado es lo más traicionero que existe.