Los expertos de la NASA nos acaban de demostrar científicamente que se puede vivir en arsénico. Lo que hasta ahora era un veneno se ha convertido, de la noche a la mañana,  en un medio de vida en el que habita una bacteria con forma de judía. Y dicen los científicos que con este hallazgo tan espectacular se abren nuevos campos de búsqueda de vida extraterrestre.

Así pues, tenemos entre nosotros una bacteria capaz de sobrevivir y alimentarse en arsénico, un medio hostil, un veneno para el hombre y para todos los seres vivos conocidos.

El hallazgo de los científicos de la NASA ha coincido en el tiempo con el cierre del espacio aéreo español ante la actitud puesta de manifiesto por los controladores aéreos. Y aunque no es comparable una cosa con la otra, se pueden observar coincidencias, pues los controladores llevan viviendo una larga temporada en un medio que consideran hostil y que, incluso, ha provocado la rebaja considerable de su sueldo hasta dejarlo en 200.000 euros anuales. Vamos, que ganan más que el mismísimo presidente del Gobierno después de la citada rebaja.

Los controladores aéreos han planteado un pulso al gobierno y al resto de la sociedad española sin precedentes en un largo puente que iba a servir a miles de ciudadanos, españoles y extranjeros, para relajarse lejos de sus habituales lugares de vida. Y allá lejos les esperaban los hosteleros, dispuestos a mantener sus negocios. Pero los controladores no parecían  dispuestos a permitir que otros sacaran beneficios del ocio de los demás. Los controladores han asestado un duro golpe a la gallina de los huevos de oro de la economía española. Han dañado gravemente al turismo en la última parte del año de crisis que se nos terminará dentro de poco.

Los controladores han tratado de sobrevivir en un medio hostil, como lo hace la bacteria con forma de judía en el arsénico. Han sido atacados desde todos los frentes en toda España. Se han hecho fuertes hasta que no ha habido más remedio que decretar el estado de alarma. Bien hecho. Aunque quizá se critique que desde el Gobierno no se hayan tomado otras medidas con anterioridad que hubieran hecho imposible llegar a la grave situación que hemos vivido.

Ahora, tras ser decretado el estado de alarma pueden ser juzgados todos los controladores que secundaron las protestas. De hecho se han abierto más de 400 expedientes, según el ministro de Fomento, José Blanco,  que pueden incluso suponer la suspensión de empleo y sueldo de muchos de ellos.

Veremos cómo se resuelve todo esto, pero seguro que durante un tiempo, al igual que la bacteria con forma de judía que vive en arsénico, los controladores van a poder seguir viviendo y trabajando con sus “sueldazos” a cuestas sin que se haga nada contra ellos. ¿Por qué? Pues porque este colectivo lo integran unas 2.500 personas y, a día de hoy, no hay personal preparado para reemplazarlos o sustituirlos. Se necesitaría más de un año para sacar  nuevas promociones de controladores que vengan a reemplazar a este grupo de posibles sancionados. Estamos, por tanto, condenados a entendernos.

Mientras tanto, los controladores aéreos deben saber que están sujetos al Estado de Derecho que impera en nuestro país y que se les aplicará la Ley en todos los supuestos de denuncias de los que serán objeto. Su medio de vida será más hostil.

Este es el caso de los más de 2.000 afectados que se han unido en plataforma por el caos vivido en Barajas, que reclamarán a los controladores y a los responsables subsidiarios 10.000 euros de indemnización por pasajero como reparación de los «daños y perjuicios» ocasionados. Un equipo de 60 abogados está trabajando en la estrategia jurídica y en la cuantificación de los daños para solicitar una indemnización que podría ser millonaria por la magnitud y extensión de los perjuicios causados. Su intención es presentar la demanda el próximo 14 de diciembre ante la Justicia madrileña.

Todavía no se conocen las cifras de pérdidas causadas por el cierre del espacio aéreo español. Pero seguro que serán cuantiosas y que han afectado en gran medida a la gallina de los huevos de oro de nuestra economía: al turismo.

Nunca tan pocos hicieron tanto daño.