Provoca que algo queda

02/12/2012

Germán Temprano.

“Lo que no voy a hacer es comerme yo dos huevos y él ninguno”. María se expresaba en la radio, pese a su avanzada edad, con ese tono firme que no admite discusión alguna a lo que se predica. María, como es obvio, aludía a su hijo y a sus nietos. Ponía voz así a esa solidaridad familiar que sostenía a unos 300.000 hogares allá por 2010, según un estudio de La Caixa que reflejaba además que desde 2006 a la fecha de referencia se triplicaron los casos. Y eso sin contabilizar ni este año ni el anterior ¿Cuántos serán ahora? A juicio del Gobierno al menos los suficientes para racanear una revalorización de pensiones fijada por su presidente como esa línea roja que jamás traspasaría. Lo de menos es que incumpla lo que promete pues sabido es que la costumbre atenúa sobremanera la capacidad de sorpresa. Nadie ha mentido tanto en tan poco tiempo. Al César lo que es del César. A don Mariano lo propio.

Más indigesta resulta tanta provocación, tanto insulto a la inteligencia, tanta arrogancia apuntalada en unas cosechas electorales que se interpretan como acicate al exterminio social al amparo de la crisis. No hay exageración alguna en el término. Basta ver a un anciano estirando su paupérrima nómina para repagar medicamentos, comer él y su familia o comprar una libreta a la nieta, ver a un trabajador pagar 800 euros por recurrir su despido, ver enfermos sin atender si no median unos papeles, ver cómo la gente se suicida antes de ser desahuciada o ver que hay hasta pequeños empresarios que hacen lo posible porque les metan en la cárcel para tener derecho a algún subsidio. Y digo ver y no imaginar. Y ver tantos y tantos dramas consentidos y agravados en nombre del déficit público. Lástima que no se compense con un superávit de desvergüenza porque entonces iríamos sobrados.

Me refiero a la que exhiben de manera contumaz ministros y ministras, que en este caso sí es pertinente la matización, cargos públicos, dirigentes del partido en el poder o tertulianos agradecidos. Y de cada componente de la enumeración hay ejemplos concretos y recientes. Una vicepresidenta que llama a la solidaridad como coartada a la mordida a las pensiones, pero olvida que su mil veces prometida revalorización costaría 3.800 millones por los 42.500 millones que se han pedido para salvar a la banca. Una ministra de Trabajo, de lo poco que queda, que pide un esfuerzo a los jubilados con el desparpajo que da tener declarado un patrimonio superior al millón de euros. Un titular de Hacienda con tres casas en Madrid que cobra, aún así, 1.823 euros al mes por alojamiento, pero que no tiene empacho alguno en quitar más de 400 al año a los abueletes para cuadrar sus números.

Si creían que aquí acaba todo minusvaloran a este Gobierno y a sus palmeros. Hay más. Por ejemplo un portavoz adjunto del PP en el Congreso que, pese a todo y más, asegura que los pensionistas están muy agradecidos a Rajoy. Una secretaría general de Inmigración que, no se sabe si por habitar una realidad paralela, por afán de protagonismo o, simplemente, por justificar que de la indignación se pase a la iracundia, dice que los jóvenes se van de España por su espíritu aventurero. Y todo ello aderezado por algunos tertulianos que, por ejemplo, defendían delante de una ciudadana a punto de ser echada de su casa junto a su pequeña hija que eso de los desahucios es un problema relativo. Y luego se quejan de que hay muchas manifestaciones. Unos benditos.

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