El paseante de la calle Córcega

21/12/2012

Daniel Serrano. He titulado así y no sé muy bien por qué pero me resulta evocador y siempre he envidiado de Barcelona esas calles con nombres islas que fueron posesiones imperiales y en cuyas plazas fuertes flameaba la enseña cuatribarrada

Y me imagino a Vidal-Folch (Ignacio) pisando esas aceras, husmeando en las porterías, departiendo en los colmados, fumando cigarrillos, emboscado en las sombras de los cafés modernistas, bebiendo ginebra junto al mar. Eso cuando no se marcha a Cabo Verde o Coimbra o le da por escribir furibundas sátiras contra la progresía y sus demonios.

A Vidal-Folch (Ignacio) los malpensantes de izquierda le tomamos un poco de manía por aquella novela en la que ridiculizada (por este orden –o no-) a Joaquín Sabina, José Saramago, Manuel Vázquez Montalbán y el subcomandante Marcos. Turistas del ideal se denominaba aquel bromazo con momentos (confesémoslo) desternillantes y, a la vez, pasajes de una zafiedad ideológica más propia de un Alfonso Ussía o un Antoñito Burgos que de una persona con idiomas y apellido compuesto.

A lo que íbamos, señoras y señores, el caso es que Vidal-Folch (Ignacio) ha publicado una suerte de diario disperso que se llama Lo que cuenta es la ilusión y deseo recomendarlo vivamente. El maldito escribe rematadamente bien, posee una prosa de elegancia lampedusiana, cultiva la ironía de precisión y tiene la capacidad de observación propia de un ave rapaz del periodismo. Y valora en su justa medida los crespúsculos caboverdianos, y melancoliza cuando es necesario y sus anotaciones a vuelapluma se nutren de esa alta cultura austrohúngara hoy (¡ay!) en vías de extinción.

Tanta rimbombancia (será que es Navidad) viene dada por los excelentes ratos que me ha proporcionado este volumen de notas. Vidal-Folch (Ignacio) me parece un prosista excelente, lo reitero, y, además, capaz de titular extraordinariamente sus obras, tomemos por ejemplo el libro Grandes borrachos daneses. Como guía fundamental de la Ciudad Condal, lectura recomendada: Barcelona: Museo secreto.

Bien es cierto que a mí me encantan los diarios, las notas personales, las divagaciones sin pretensión concreta, El cuaderno gris, la literatura de las cosas que pasan, el tiempo en la clepsidra, las aceras, el humo de los cigarrillos. Esa literatura de quien observa la vida como quien mira la belleza callada de la lluvia tras los cristales, una mañana de otoño (pongamos por caso).

La cuestión es que Lo que cuenta es la ilusión conforta y mucho. Ya casi nadie escribe tan bien, o eso le parece a uno, a veces, cuando lee los periódicos. O ya casi nadie escribe con esa exquisitez de paseante de la calle Córcega que fue corresponsal en países extranjeros (centroeuropeos para ser exactos).

Dicho todo esto, feliz Navidad, disculpen mi informalidad y, si el género de la no ficción íntima les atrae, apuesten por este libro. Enhorabuena, querido Ignacio, y recuerdos a tu hermano Xavier, al cual también admiro y deseo lo mejor.

Lo que cuenta es la ilusión. Ignacio Vidal-Folch. Destino. 

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Un pensamiento en “El paseante de la calle Córcega

  1. Pedido lo tengo, estimado lector disperso. No es fácil encontrarlo o quizás sea yo quien no sabe buscar. Lo incómodo se devuelve pronto a los almacenes y por lo que cuentas Vidal-Floch no deja títere con cabeza. Ojalá, como siempre te digo, este diario cumpla lo que tus literarias y vitales reseñas prometen. Feliz navidad.

    Saludos cordiales.

    Nota: Quizás debas pedirle a los Reyes Magos un pizca de puntualidad británica para el 2013

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