Sobrevivir al 2013

30/12/2012

Joaquín Pérez Azaústre.

Seguramente este 2012 no puede acabar peor; pero tocaremos madera, porque si algo hemos aprendido últimamente es que siempre podemos empeorar. Normalmente la última columna del año suele ser una especie de balance; aunque cuando el balance es tan doloroso como ahora, y tan de sobra conocido también, para qué repetir lo que sabemos. Por dar, este 2013 nos da miedo. Es como si estuvieran derrumbando piedra a piedra nuestro pequeño mundo, con sus pequeñas conquistas y sus garantías pequeñas. Crímenes terribles, en España y fuera de ella; violaciones masivas en India, rapto de un bebé, en Fiñana, que no llegaba a año y medio, con posterior asesinato de la criatura, o la desaparición de los niños cordobeses Ruth y José. Niños robados y derechos robados.

No parece que tengamos que felicitarnos por comenzar un año nuevo. Está claro, a estas alturas, que este 2012 ha sido catastrófico, aunque no para los magnates de Eurovegas: los que vienen y también los de aquí, que lo han hecho posible. Un 2012 en el que se subían las tasas judiciales, provocando una justicia para ricos y otra para pobres, mientras se aprobaba una amnistía fiscal que premiaba a los defraudadores y, por supuesto, no ha logrado ni la mitad de la liquidez esperada. Un 2012 en el que se han abolido gran parte de nuestros derechos laborales y en el que se ha descubierto, también, el negocio de las fiestas multitudinarias, los tratos de favor de los ayuntamientos y las corrupciones institucionales, aunque esto nunca ha sido nuevo.

Chicos y chicos muertos por asfixia, aplastamiento, falta de coordinación con los servicios médicos y, sobre todo, la desvergüenza masiva de un país que parece infinito en su manera de revelar nuevas formas de timo, de expolio, de la vieja mafia del pillaje.

Incendios forestales, devastaciones públicas. En fin, lo que sabemos. Pero aquí nada cambia, aquí nada se alterna por su expresión mejor. Por lo menos el Tribunal Constitucional ha declarado constitucional el matrimonio gay, y todas las algaradas extremistas proclamando el fin de la familia se han visto anuladas por la justicia real.

No ha sido precisamente un buen año. Y estaremos peor, porque todo se sigue empobreciendo. Porque los ciudadanos lo vamos a ser menos, cuando el Estado de Derecho ya es menos de Derecho que antes. Pero siempre nos quedará la calle. Y no tenemos más remedio que seguir resistiendo.

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