Rajoy pide lo que no da

30/12/2012

Germán Temprano.

Hay que admitir que las apariciones marianas de Rajoy ante la prensa, lo digo por su escaso número, han tenido la virtud de clarificar grandemente las cosas. Por ejemplo ese acto de justicia poética que le obligó a dar cuenta de su balance anual el mismo Día de los Inocentes ha servido para que, si antes se entendía poco, ahora no se comprenda absolutamente nada. Resulta que el presidente nos pide a nosotros justo lo que iba a aportar él. Es decir, confianza. Debería haberlo dicho antes porque en este momento nos pilla muy desprovisto de ella. Ya sabe que, pejigueros como somos, eso de que hagan con el BOE todo lo contrario a lo que se prometió en campaña acaba por despertar ciertos recelos. En un año todo ha ido peor. Un hecho tan constatable como increíble debe antojarse para quien creyó, o así lo pintaba, que sólo con su llegada el paro bajaría (lo dijo literalmente), la prima de riesgo se rendiría, los mercados aplaudirían, los líderes europeos le harían la ola, las nubes se levantarían y los pajarillos cantarían alborozados por la buena nueva.

Pues va a ser que no. Va a ser que ese arrollador carisma de estadista sólo le ha servido para añadir alguna foto con Obama al mismo álbum que atesora las de los veraneos en Sanxenxo. No conforme con requerir después de un año que sean los ciudadanos quienes generen esa confianza que él no es capaz de transmitir ha ido mucho más lejos. Esa tesis según la cual saldremos reforzados de la crisis ya rebasa esa frontera que separa la lógica defensa de una gestión política de la intolerable tomadura de pelo a la inmensa mayoría de la sociedad ¿Quién saldrá reforzado exactamente? ¿El fondo buitre que por 17.500 euros se quedará con una casa en Torrejón hipotecada en 224.000? ¿Los grandes millonetis que siguen tributando al 1% con sus Sicav mientras al resto nos crujen con el IRPF? ¿Las escasas empresas privadas que se aprovecharán de flamantes hospitales costeados entre casi todos? ¿Los bancos saqueados por los propios y saneados con el riñón ajeno?

¿De qué nos está hablando, señor presidente? Si usted cree que tras la tempestad vendrá la calma se equivoca. Después del desastre, que algún día no será tal, los mismos que fueron expulsados del mercado de trabajo en condiciones dignas ingresarán en él a mitad de precio y de derechos. Los empleados públicos que cobran menos y trabajan más así se quedarán durante años y años. Los pacientes tendrán una peor sanidad y los universitarios unas tarifas más caras. Y todo ello porque no niego que el desfase de las cuentas públicas haya sido problema como tampoco que haya sido coartada perfecta para recortar derechos que ustedes siempre han considerado privilegios o, como mínimo, excesos. No le culpo. Va en su ADN. Y una cosa es luchar contra el déficit y otra mucho más compleja hacerlo contra la genética.

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