Crónica de una quiebra mal supervisada

04/01/2013

Miguel Ángel Valero. Íñígo de Barrón culpa del “hundimiento de la banca” a Rodrigo Rato, Pedro Solbes, Jaime Caruana y a Miguel Ángel Fernández Ordóñez

El hundimiento de la banca”, del periodista del diario “El País”, Íñigo de Barrón, tiene un subtítulo suficientemente expresivo: “Crónica de cómo gestores, supervisores y políticos provocaron la mayor crisis en la historia del sistema financiero español”. La tesis central de la obra, editada por la editorial Catarata, es que Rodrigo Rato, vicepresidente económico en los Gobiernos de José María Aznar; Pedro Solbes, que asume una función similar en los de José Luis Rodríguez Zapatero; y los dos últimos gobernadores del Banco de España, Jaime Caruana (nombrado por Rato) y Miguel Ángel Fernández Ordóñez (designado por Solbes),mantuvieron el discurso oficial de que el sistema financiero estaba sano y era solvente a sabiendas de sus severas deficiencias estructurales, debidas a su arriesgada exposición al sector inmobiliario”. Los cuatro “intentaron sostener el espejismo de que España estaba a salvo de la crisis tras el escudo de una robusta banca, aunque los inspectores del Banco de España ya habían detectado con claridad graves problemas en entidades de riesgo sistémico, como Caja Madrid, entre otras”, añade el autor. Rato, además, fue el impulsor de la Ley del Suelo de 1998, “que “propulsó el crecimiento del sector inmobiliario porque era la manera más fácil de que aumentara el PIB”. Ironías de la vida, el vicepresidente económico con Aznar tuvo que dimitir como presidente de BFA/Bankia, entre otras razones, por la pesada losa del ladrillo. En línea con otras obras sobre la crisis, como “Indecentes. Crónica de un atraco perfecto”, de Ernesto Ekaizer, el trabajo de De Barrón recuerda las advertencias sobre la sobrevaloración en el precio de la vivienda (“The Economist”, ya en junio de 2004) y sobre el advenimiento de la crisis financiera internacional (Raghuram Rajan, economista jefe del FMI, en agosto de 2005; Robert Schiller, profesor de Yale, también en 2005; o Nouriel Roubini, profesor de la Universidad de Nueva York, el 6 de septiembre de 2006, precisamente con motivo de la asamblea anual del FMI, entre otros). Pero el autor de “El hundimiento de la banca” pone el acento en la carta que los inspectores del Banco de España enviaron a Caruana el 18 de abril de 2005, y la remitida a Solbes el 26 de mayo de 2006. Se denunciaba la falta de medios en la supervisión, base del prestigio del Banco de España, que se comenzó a deteriorar en 2003 por la decisión del gobernador sobre que “el personal del Banco de España está vinculado al mismo por una relación de Derecho laboral”, perdiendo su condición de autoridad pública. Además, se cambió el sistema y se pusieron filtros (jefes de grupo, la Dirección General de Supervisión) entre el informe del inspector y la Comisión Ejecutiva del Banco de España, de forma que “la opinión de un inspector no puede ser suficiente para determinar que se intervenga una entidad”. Tanto Caruana como Solbes hicieron caso omiso a las reclamaciones de la Asociación de Inspectores del Banco de España, que advirtió sobre los riesgos inmobiliarios asumidos por las entidades financieras. Si hubieran hecho caso a los inspectores, la crónica de la crisis bancaria más importante de la historia de España se hubiera escrito de otra manera y, desde luego, hubiera tenido consecuencias mucho menos gravosas para los contribuyentes. Como dice Juan Ramón Quintás, presidente de la Ceca hasta 2010, “la relación de culpables de cualquier crisis financiera generalmente es una larga lista (entidades, Gobierno, reguladores, etc) con mérito desigual, pero entre ellos, y ocupando siempre un puesto de honor, encontramos al mal gobierno de los supervisores”.

Un relato sobre el desplome

Sin aportar grandes novedades a lo que han contado medios de comunicación (se agradece por inusual la autocrítica de Íñigo de Barrón sobre cómo los periodistas hemos narrado y tratado de explicar lo que ha sucedido), analistas y expertos, la obra ofrece un relato ordenado de cómo sucedió el hundimiento de la banca. Primero se explica por qué la banca entró de lleno en el ladrillo. Luego (la parte central del libro), los errores de supervisión, que dieron una falsa sensación de solidez del sistema financiero. Zapatero, en la Cámara de Comercio española de Nueva York en septiembre de 2008, proclamaba que “España tiene el sistema financiero más sólido del mundo”. Pero como “lo peor que puede ocurrirle a un país que está pasándolo muy mal es creerse que está en el paraíso”, vino la realidad, en forma de quiebra de Caja Castilla La Mancha (CCM) y de CajaSur, las fusiones equivocadas de las cajas (Unnim, CatalunyaCaixa, NovaCaixaGalicia), el escándalo de la CAM, el desplome de Bankia (que se llevó por delante a Caja Madrid, una entidad fundada en 1702) o el desvalijamiento del Banco de Valencia. Sin olvidar las espectaculares remuneraciones y las inmorales indemnizaciones autoadjudicadas por los gestores de las cajas, entre otras lindezas que hoy, como el caso de la comercialización indebida de las preferentes, se encuentran en los tribunales.

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