Hoy el optimismo es mi único mensaje. No un optimismo vacuo, natural, discursivo, sino consciente y voluntario. Este año tan malo, con esta cifra mala, me está empezando a caer bien. Precisamente por eso: por el anuncio cargante de su malignidad, por la repetición del desaliento raspando los pulmones de la calle. No podemos vivir con todo este recorte de la imaginación, las ganas de vivir, su transparencia. No podemos salir al paso presuroso de la eventualidad, de cualquier imprevisto en la retina, con el final escrito en plan desastre. Bueno, eso ya lo tenemos: todas las previsiones nos llevan directamente a eso, hacia el desastre. Pero habrá que vivirlo, habrá también que verlo y que tensarlo, habrá que asimilarlo y, si podemos, alterar su quebranto fatalista.
Ya hemos despedido un año francamente abominable, el 2012, tan alejado de la conciencia democrática social de los fundadores del constitucionalismo patrio, en el bicentenario de las Cortes de Cádiz, con una actualidad que representa la abolición legal de una sociedad de derechos; pero precisamente por eso, por el año que acabamos de sellar, y por muy sombrío y macilento que se represente el porvenir, lo respiramos.
Respiraré, entero, el porvenir, como en el magnífico disco Porvenir, de Patxi Andión, no como la carta de una defunción recibida antes de morir, sino como la posibilidad de escribir, nosotros mismos, nuestra propia hoja de ruta, por más que hasta la tinta se envilezca con la especulación de cualquier precio. En fin, que todo está muy negro, ya lo sé, pero en unas pocas horas vienen los Reyes Magos y les pido optimismo.
No sé, tengo la impresión de que las cosas no van a estar tan mal. O prefiero tenerla. Este año tristón, este 2012+1, quizá no lo sea tanto. Veo el éxito del villancico para los niños de Calcuta, Hay una luz, compuesto Manuel Cuesta y cantado por Ismael Serrano, Pedro Guerra o Javier Bergia, y creo que podemos levantar la mirada más allá del surco de unos pasos. Por mucho que nos cueste, porque nos costará, la esperanza será nuestra mayor conquista cotidiana. La imaginación, el redoblado esfuerzo, la indignación también frente al abuso: somos todo eso, y no sólo el desánimo. Somos el porvenir, su escalada en el aire, somos la antesala incorruptible de una respiración.
Sí, este año será duro. Pero también nosotros somos duros: más duros que el carbón.
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