Feliz (d)año

06/01/2013

Susana Ramírez.

A lo que no podemos negarnos nunca, es a estrenar otro año nuevo y repleto de días, que vendrán uno tras otro, que nos dejarán espacio suficiente para hacer unas u otras cosas.

Es ahora, en estas fechas, cuando la gente se pone metas. Hay gente que se prometerá a sí misma portarse mejor con los que le rodean, ser mas amable y mas atenta. Habrá otra gente que jurará amor eterno a quienes le rodean. Otra gente se pondrá a dieta, hay que perder esos kilos de más, que se cogieron en Navidad, porque claro, llega ya el verano (¿ya?). Habrá gente que se jurará a sí misma, que este año ahorrará, porque no puede ser gastar tanto con la que está cayendo ahí fuera.

Toda esta gente que se promete a sí misma cosas, que juran y perjuran, tal vez este año vuelvan a no hacer nada de eso. Porque la vida avanza frenética, y porque los días al final son muy cortos y las horas pasan volando aunque nos parezca mentira.

Luego está esa gente que reza, que pide un trabajo, una cura para su enfermedad, un viaje que le acerque por fin hasta esa familia que añora. Todo esta gente es la misma gente que el año pasado pedía lo mismo. Una pena todo esto ¿a que sí?.

Nos pasamos la vida cumpliendo años. Pasando las hojas del calendario como si se tratara de las hojas ya escritas de un libro que puede tener final o no, pero que pasamos sin pena ni gloria. Apenas nos detenemos en lo hermoso de los días.  La contaminación nos asfixia el alma, nos envejece por dentro, nos deja sin aliento, y el fin de mes nos lleva a un rincón de la casa para hacer cuentas tranquilamente mientras lloramos.

Sin embargo, tal y como están las cosas seguimos celebrando el final de año como algo mágico. Seguimos pensando en ese otro año que llega y que será mejor que el anterior. Y siempre nos decimos lo mismo, por lo tanto, ningún año es el mejor. Siempre estamos en constante plegaría, pidiendo, esperando y añorando lo que no tenemos, lo que queremos que llegue. Y tal vez lo tenemos delante de nuestra.

Y a mí fíjate que los primeros  días del año me ponen triste. Porque sí, hago dietas, me prometo a mí misma que ahorraré, y espero con calma nuevos viajes, que me acerquen a las personas que quiero. Y cuando soy consciente de que Enero se va y que llegará Febrero y en varios meses el verano y es justo en ese punto, en el verano, cuando ya tenemos la vista puesta en otra navidad, en otro año.

Y nadie se detiene un día y piensa que tal vez justo ese día esté siendo el mejor del año, o esté teniendo esa oportunidad de trabajo, o esa posibilidad de ahorro anhelado o muy cerca de ese viaje y esa gente que quiere.

Así que mientras estrenamos este nuevo año me detengo en la mirada de alguna gente, esperando encontrar dentro del iris de sus ojos una señal que me diga que estamos viviendo el presente, que valoramos los días que vivimos, que por un instante se ha detenido el futuro y al fin podemos respirar tranquilos y disfrutar del nuevo año que será, aunque nadie lo crea, único e irrepetible.

Que hemos dejado de hacernos daño este nuevo año, añorando, pidiendo, y reclamando un año mejor, y que estamos luchando porque las cosas sean mejores y cambien. O algo así.

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