Trabajar cada día sin sentir que se trabaja… ¿Suena bien verdad? Qué maravilla poderse dedicar a aquello que a uno le gusta y además, ¡ ganarse la vida con ello! Algo de esto, pero no todo, está detrás de la historia de esta aventura empresarial de connotaciones muy muy dulces, Tartaloca.
Dos socias, dos reposteras “locas”. Una, ingeniero de minas, nada que ver con los dulces pero apasionada de todo lo relacionado con la repostería. Según cuenta, un buen día empezó a hacer tartas y encontró la forma de “trabajar sin sentir que se trabaja”. La otra socia, economista, con larga trayectoria en departamentos financieros, gerencias y distribución de software… Sintió las mismas ganas de dedicarse a lo que a uno realmente le gusta y decidieron unir fuerzas. Así nacieron todas estas tartas, muy locas, muy bonitas y muy ricas.
“Mi socia empezó haciendo tartas para sus hijos. Las vecinas las veían y le iban encargando. En un principio las regalaba pero llegó un momento en que pidió que la gente hiciera un ingreso por ellas en una Ong, Ángeles Urbanos. Pero la gente abusaba, ingresaban tres euros”, explica Marta Jimeno. Entonces ella empezó a buscar nombres, a comprar dominios, a registrar el nombre en el registro de la propiedad industrial y a mover la aventura en todas las redes sociales habidas y por haber…
Las tartas se compran a través de Internet (pueden tenerlas de un día para otro, así de rápidas son estas chicas). Y se hacen al gusto del consumidor, aunque ya cuentan con un amplio abanico de propuestas: “El precio inicial del que partimos es de 70 euros y suelen ser para 15 raciones, cuanto más elemento en 3D lleve más sube de precio”, añade Jimeno.
¿Lo más loco que han hecho? Una tarta para un fan de Los Secretos en la que reprodujeron el escenario de esta gira y otra para el periodista Melchor Miralles reproduciendo su estudio de radio. “Es curioso porque ahora es cuando más estamos trabajando pero no tenemos esa sensación”, finaliza. Será porque hablamos de un trabajo muy dulce…
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