Ayer fue la vida

13/12/2010

Daniel Serrano.

La generación de quienes tenemos ahora treinta y tantos o cuarenta años ha comenzado ya a dibujar el mapa de una geografía sentimental que nos explique. ¡Nuestra Propia Historia merece ser contada! clamamos al mundo. Todo se inició en los 90, con una primera descripción de urgencia mediante autorretratos garabateados a toda velocidad. De Flaubert acá lo hicieron otros, no inventamos nada.

Igual que los jóvenes de los 60-70 tuvieron su Mercurio (Guelbenzu) nosotros tuvimos nuestras Historias del Kronen y la bellísima impostura de Ray Loriga soñándonos en un paisaje mitológico de suburbios USA, con largas carreteras para escapar hacia ninguna parte y pistolas y cerveza y rockanroll.

Ahora toca fijar el dibujo de nuestra infancia y adolescencia. Primero se atrevió Francisco Casavella con aquella monumental trilogía titulada El día del watusi. Después se han ido incorporando nuevas propuestas. Curiosamente casi todas desde Cataluña, como si los descampados de Marsé y sus niños de rodillas sucias fuesen la gasolina propicia para una nostalgia de territorio. Me refiero a los Jattac de Carlos Peramo, premio Bruguera 2007, nos mostró tal como éramos, cuando la única patria posible era el barrio. En la misma línea, pero con vivos colores pop, Kiko Amat trazó su Rompepistas. Y ahora el escenario es Figueras y nuestra historia se titula Los jugadores de whist y el autor, Vicenç Pagès Jordà, se revela como uno de los grandes.

Los jugadores de whist fotografía el devenir de nuestras vidas, desde aquellas largas tardes de verano en las que el tiempo transcurría en un tictac muy lento (jugando al cluedo, peleándonos, echando carreras, comiendo pipas, descifrando con los camaradas más fieles la ruta del inminente futuro adulto) hasta la devastación de una madurez en la que intuímos que algo ha salido mal.

Pagès Jordà nos retrata y retrata a la vez el actual estado de la juventud y, quizá por vez primera, un escritor es capaz de perfilar voces adolescentes de hoy en día sin provocarnos enorme vergüenza ajena.

Y, además, juega con los géneros y mezcla el diario y la narración convencional y el lenguaje de blog y red social y el informe a modo de inventario.

Pagès Jordà es un francotirador certero. Del diario de un niño: “12 de mayo: ¿Por qué nadie quiere jugar al Scrabble conmigo?” . Una sola línea escrita un 12 de mayo de hace tanto tiempo explica, en su simplicidad, esa ingenua angustia que componía nuestras tenues preocupaciones infantiles. Cuando un compañero de Scrabble era la solución a nuestros problemas.

Después viene la Gran Tragedia y la pendiente por la que nos deslizamos, y el amor, claro, y eso que Philip Roth tan bien ha descrito, ya en la vejez, esa irremediable persistencia del ser humano en la equivocación del enamoramiento, el mejor error que cometemos en nuestras existencias.

Sinopsis: un grupo de amigos, en los años 70, viven los últimos días de la niñez, inventan el whist, un juego de juegos, exploran el castillo de Figueras, sucede algo terrible, pasa el tiempo, los supervivientes de aquel grupo de camaradas han continuado su camino, uno de ellos se ve obligado a volver al pasado mediante un ejercicio de regresión al cual le fuerza una fascinación incontrolable: la que siente hacia una jovencísima amiga de su hija.

En el texto de la contraportada se sostiene que Los jugadores de whist resulta una suerte de mezcla agridulce entre Stand by me, El padre de la novia, American Beau ti y Mystic River. Lo es y es mucho más. Un catálogo interminable de referencias pop absolutamente enternecedor: el scalextric, los foto blogs, Raimon, los Village People, Foo Fighters, Strokes, Air, Rimbaud, Dos en la carretera, los mítines del PSUC, las películas clasificadas S, Bonanza, La vuelta al mundo en 80 días, Yuri Gagarin, Serrat, Yul Brinner robot en Almas de metal… Una enciclopedia del recuerdo convertida en guía para quienes quieran comprendernos, a nosotros, los de entonces, que ya no somos los mismos.

Qué gran novela, amigos. Duele su lectura, se lo advierto. Pasan los años y ahí tenemos esta novela que nos devuelve el reflejo de los días en que el mundo era más ancho.

Recomiendo con entusiasmo, sin tapujo alguno, Los jugadores de whist. A la espera de que alguien continúe esta crónica generacional y, en breve, hallemos nuestra sombra continuando la vida. Que sigue. La vida. Que comienza a cada minuto.

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2 pensamientos en “Ayer fue la vida

  1. Cuando vuelves a ser un niño, vuelves a recordar cosas que incluso pensabas haber olvidado. Ahora yo, vuelvo a ser niña, vuelvo a jugar, y a recordar, a ver cosas que antes ví, y sentir lo que antes sentí.

    Ahora escucho cosas, que antes no tuve ocasión de escuchar, de conocer y de saber. La Vida es estupenda, pues permite conocer a Lectores Dispersos que te llevan por ella, por caminos que nunca pensabas siquiera pisar.

    Así que, si por un momento quieres olvidar la responsabilidad que acarrea tanta liquidez de nuestra vida, recuerda que en la soledad del cosmos, hay quien lee los mensajes que a él se lanzan.

    Ante la recomendación, no puedo resistirme. La Vida es lo que nos une, y transcurre día a día, sin pausa y sin prisa, caminando por la misma.

    Salud.

    ¿Ayer la vida? La Vida de cada día.

  2. Segunda delicatessen de esta temporada de lecturas dispersas. Dinámica y muy prágmatica sin dejarse acorralar por lo que siempre significa la palabra pasado. Ha estado a punto de desbancar a la fabulosa «Bienvenidos a Metro-center». Gracias de nuevo por la recomendación, sin ella hubiera sido un libro que nunca hubiera escogido como lectura.
    Saludos cordiales y feliz navidad junto con lo mejor para ti en este nuevo año que nos persigue y cuyo aliento ya descansa cada día alrededor de nuestra nuca. Feliz navidad y mis mejores deseos también para ti, Andante.

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