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En lo que va de 2018, se destruyeron aproximadamente 7.900 kilómetros cuadrados de selva tropical, lo que representa un área más de cinco veces mayor que la ciudad de México.

Pese a una marcada mejoría en la década pasada, las estimaciones de este organismo demuestran que la deforestación continúa acechando al pulmón de Sudamérica, con cifras que no bajan de los 6.000 kilómetros cuadrados por año desde 2015. Los estados de Pará, Mato Grosso y Rondônia representaron casi tres cuartas partes de la superficie deforestada en 2018, y el total es un 13,7 por ciento más alto que el año anterior.

A la divulgación de dichos datos el pasado noviembre se suma la preocupación que han suscitado en amplios sectores de la sociedad las políticas propuestas por Jair Bolsonaro, el nuevo presidente de Brasil, quien asumirá sus funciones el próximo 1 de enero. En su campaña electoral, Bolsonaro se había mostrado a favor de permitir la minería en reservas indígenas, de reconsiderar la fusión de los Ministerios de Agricultura y Medio Ambiente, e incluso de retirar a Brasil de los Acuerdos de París sobre el cambio climático. La implementación de estos pronunciamientos podría causar un daño adicional y quizá irreparable a la ya amenazada selva tropical.