“Los muertos que vos matáis gozan de buena salud” decía Zorrila y no pocos medios de comunicación habían enterrado los partidos independentistas por sus guerras internas y confundían sus deseos con la realidad.

El domingo Catalunya celebró unas elecciones atípicas. Fueron los jueces quienes, una vez más, las convocaron en medio de una pandemia. Los socialistas aprovecharon la división de las fuerzas secesionistas para dar un golpe de efecto cambiando su candidato. No les fue mal y las urnas le dieron la primera fuerza, aunque pràcticamente empatados con ERC y Junts per Catalunya.

Entre las peculiaridades de esta campaña cabe destacar que tanto la política catalana y en parte la española, depende de estas dos formaciones cuyos lideres están bien en la cárcel o en el exilio. Y en estas condiciones las fuerzas separatistas han superado el cincuenta por ciento de los votos y en conjunto tienen una cómoda mayoría parlamentaria de 74 diputados de los 135 que configuran el Parlament.

Ahora es el tiempo de la negociación pero todo augura que Pere Aragonés será el próximo presidente de la Generaliltat después que el socialista Salvador Illa presente su candidatura como partido más votado, aunque es consciente que su anunciada candidatura no prosperará, pero es una manera de visualizar su victoria.

Es evidente que los republicanos tienen la llave de la gobernabilidad e incluso hacen guiños a los podemitas para ampliar su mayoría y no estar prisioneros de la CUP, veremos como acaba…

Pero el temor que hay en medios nacionalistas es que las fuerzas estatales y los poderes fácticos vuelvan a tratar de ganar en los tribunales lo que perdieron en las urnas. La actividad de la última legislatura en el Parlament se ha visto coartada por la más de veintena de recursos al Tribunal Constitucional paralizando sus leyes. Ahora la presencia de VOX puede intensificar este boicot que con tanto éxito inauguraron tanto el Gobierno central como Ciudadanos, con la receptiva colaboración de los tribunales.

El resultado de las urnas ha sido claro pero todo el mundo es consciente que los aparatos del estado tiene mil maneras de desvirtuar el resultado de las urnas. No es la primera vez que lo hacen, desde prohibir investiduras hasta impedir que los cargos electos ejerzan sus funcionen.

Al fin y al cabo si los catalanes se han equivocado al votar no es culpa suya.