El ocaso de los dioses

25/08/2021

José María Triper.

Como en el Ocaso de los Dioses, la cuarta y última ópera de las que componen el ciclo El Anillo del Nibelungo, donde Wagner hace una enmienda a la totalidad de los ideales reflejados en Sigfrido para finalizar en un aquelarre de traiciones, complots y de venganzas, esta dimisión de los principios se reproduce hoy con la toma de Afganistán por estos talibanes, fanáticos de la sharía o ley islámica y del exterminio del infiel, y que han puesto al mundo occidental ante el espejo de unos gobernantes mediocres y carentes de liderazgo, de una clase política manifiestamente mejorable y de una sociedad en general que, víctima de sus propias contradicciones, ha renunciado a la defensa de los derechos humanos y de las libertades que son el eje central de los valores que han sustentado las democracias y el progreso de la mayor parte del Planeta.

Con Ángela Merkel a punto de marcharse, ni Biden, ni Macron, ni Johnson, ni Van der Leyen, ni, por supuesto, Pedro Sánchez dan la talla como ha puesto una vez más de manifiesto la humillante claudicación ante la negativa de los bárbaros a ampliar el plazo del 31 de agosto para evacuar al personal occidental y a sus colaboradores, como colofón al vergonzoso acuerdo para la retirada de las tropas.

Clases políticas que, probablemente, son el reflejo y la consecuencia de unas sociedades en decadencia, cautivas de sus propias contradicciones y del deterioro de calidad democrática en Estados Unidos, en Europa, con la España del sanchismo como paradigma, que se traduce en el acoso de los gobiernos al poder judicial, el menosprecio al Parlamento, la hostilidad contra la libertad de información y la prensa independiente o el desprecio y la mentira a una ciudadanía anestesiada. Y ante esta realidad ¿cómo puede exportar Occidente su modelo de democracia cuando con el auge de los populismos ese modelo está en crisis?

Avanzamos inexorablemente hacia una recomposición del orden geopolítico mundial donde la deserción de EE UU va a dar paso a China y Rusia como potencias emergentes o, en el mejor de los casos, hacia un tripartito con los norteamericanos. Un nuevo orden en el que Europa va camino de la irrelevancia y España, si no hay cambio, ni está ni se le espera porque se le ignora.

Así, mientras los marines norteamericanos, nuestros soldados, policías y guardias civiles, o nuestro embajador Gabriel Ferran – que, por cierto, fue cesado por Sánchez el 4 de agosto- dan la cara y se juegan la vida sobre el terreno para salvar a muchos afganos de la tortura y de la muerte, aquí en Estados Unidos y en Europa, los doctrinarios del “no a la guerra” callan como Judas ante las atrocidades de los talibanes o se incorporan a los críticos de EE UU por retirar las tropas. Y las beligerantes del Me Too como el resto de movimientos feministas permanecen pasivas y con un silencio que deriva en complicidad mientras en Afganistán los talibanes obligan a las mujeres a vestir el burka y las que no lo hacen son azotadas en público, se les limita la libertad de movimiento, se les impide el acceso a la educación, no pueden trabajar ni acudir a los hospitales y se les obliga a casarse con los milicianos. Hipocresía, sectarismo e incapacidad para entender que si queremos mantener nuestros valores necesitamos un sistema de protección para defenderlos ante quienes pretenden destruirlos.

Resaltaba recientemente el que fuera embajador de España en Marruecos y ante la Santa Sede, Jorge Dezcallar, que, “si hoy la democracia está en decadencia en el mundo, como muestran los informes de Freedom House, es porque también lo está en los propios Estados Unidos cuya calidad democrática ha bajado durante estos últimos años”.  Como también lo ha hecho en una Unión Europa que, una vez más, ha vuelto a dar un recital de incoherencias y de desatinos. Incapaz de hacer una declaración conjunta, de ponerse de acuerdo en el reparto de los refugiados y con una Comisión Europea y un Josep Borrell como responsable de las relaciones internacionales que han vuelto a poner de manifiesto que la política exterior y de defensa sigue siendo una de las grandes asignaturas pendientes de la Unión.

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