El retrato que permite descubrir el mundo

24/09/2021

Miguel Ángel Valero. Las fotografías de Judith Joy Ross no juzgan a las personas retratadas, sino que tratan de capturar la parte más humana de cada uno de ellos.

Una de las 200 fotografías de Judith Joy Ross que se yueden contemplar en la exposición de la Fundación Mapfre.

La Fundación Mapfre realiza, hasta el 9 de enero de 2022 en su Sala Recoletos de Madrid, la mayor retrospectiva de la fotógrafa Judith Joy Ross  (Hazleton, Pensilvania, 1946) realizada hasta la fecha. Son dos centenares de fotografías (además de otro variado material documental) que permite vislumbrar el trabajo que la artista ha ido desarrollando durante los últimos cuarenta años.

Básicamente, es un retrato obsesionado con descubrir a las personas que fotografía tal como son y no como creemos que pueden ser. En ese sentido, Judith Joy Ross muestra que la fotografía le ayudaba a hacer más comprensible el mundo en el que vive. Y utiliza esa actividad para intentar encontrar respuestas a cuestiones metafísicas, sobre cómo luchar contra la tristeza, como se forma la identidad de una persona, cuáles son los motivos que hacen que la vida merezca ser vivida, por qué existe la injusticia o la barbarie de la guerra.

El retrato es el género del que se sirve esta artista para descubrir el mundo. Fotografía a gente ‘normal’, trabajadores en su gran mayoría, y con cada uno de los retratados establece una relación única, que describe de una forma muy gráfica: “ese amor dura un instante y luego desaparece”.

Es una fotografía que también sirve de caminmo de recuperación de la memoria, como su promer proyecto, en Eurana Park, un pequeño bosque en el que jugaba con sus
hermanos y sus padres cuando era pequeña. Vuelve tras el fallecimiento de su padre en 1981, y durante dos veranos seguidos retrató  a los chicos que estaban allí.

Sucede algo parecido con Nanticoke, una pequeña ciudad en la que su padre había regentado una tienda, y en la que fotografió lo que quedaba de la fachada o la cafetería en la que desayunaba con sus padres. Es nostalgia del pasado, pero también ganas de superarlo.

Las fotografías de Ross no juzgan a las personas retratadas, sino que tratan de capturar la parte más humana de cada uno de ellos. Y ése es precisamente el gran atractivo de su obra.


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