Memorias de un ingeniero en una caja con personalidad

30/01/2013

Miguel Ángel Valero. José Vilarasau cuenta cómo, sin inquietudes por el sector financiero, terminó como director general y luego presidente de ‘la Caixa’

No hay mayor placer que leer una obra en el momento más oportuno. Y “Memorias. El extraño camino a ‘la Caixa’”, de José Vilasarau (RBA. 2012. 731 páginas), ha llegado a mis manos el mismo día que el Ministerio de Economía organizaba un briefing (un encuentro con periodistas en el que se puede contar lo que se ha dicho atribuyéndolo a fuentes oficiales, pero sin citar a los interlocutores reales) sobre el anteproyecto de ley de cajas de ahorro y fundaciones bancarias (del que diarioabierto ha dado cumplida información). Esa norma es interpretada como el acta de defunción de un modelo que llevaba existiendo desde 1702 (creación por el padre Piquer del Monte de Piedad de Madrid), al obligar a las cajas de ahorro a transformarse en fundaciones bancarias si controlan un banco, que es el caso de todas salvo las supervivientes Caixa Pollensa en Baleares y Caixa Ontinyent en la Comunidad Valenciana.

En este contexto, la lectura de las memorias del que fuera director general y luego presidente de ‘la Caixa’ aporta un doble placer. Muchos habrán ido al morbo de su jubilación forzosa por una maniobra del Gobierno de CiU, diseñada por el actual president, Artur Mas, entonces mano derecha de Jordi Pujol. A los que sólo les interese eso, está en las páginas 612 a 636. Y quien espere una venganza, se decepcionará, porque Vilarasau opta por la elegancia sin perder sinceridad.

De un libro de 712 páginas, su jubilación forzada al frente de ‘la Caixa’ apenas ocupa 24 páginas. Sin duda, interesantes. Pero a mí , que viví el proceso casi en primera línea al tener que escribir del asunto varias informaciones en el periódico económico en el que trabajaba entonces, me ha interesado mucho más cómo un ingeniero industrial, sin vinculación alguna con el sector financiero (la única referencia familiar es su abuelo materno, Juan Salat, impulsor de una fábrica de aceites para la alimentación, que tras vender ese negocio se dedicó a la concesión de créditos hipotecarios, hasta el punto de ser denunciado por usura, como cuenta Vilarasau en la página 17 de sus memorias), pudo llegar a ser el primer ejecutivo de una entidad financiera modélica como ‘la Caixa’.

También es muy interesante toda la etapa de Vilarasau como director general adjunto en Telefónica (páginas 121-163), especialmente porque hace justicia a Antonio Barrera de Irimo, considerado por muchos como el gran presidente del entonces monopolio y sin el cual no se puede entender a la que es ahora una de nuestras grandes multinacionales. O las etapas en la Administración pública: director general del Tesoro y Presupuestos (1969) y director general de Política Financiera (1972). O el paso por otro monopolio, Campsa.

Estando en Telefónica, Vilarasau cuenta (página 145) que Antonio Barrera de Irimo invitó a Franco a visitar una estación de satélites. Acudieron ministros, consejeros de la empresa y banqueros. Vilasarau se queda fuera, donde encuentra a Epifanio Ridruejo, consejero delegado de Banesto y vicepresidente de Telefónica, que le da un argumento de peso, un consejo de su jefe, Pablo Garnica Mansi: “No visites nunca una fábrica. Te deslumbrará y concederás el crédito que debes negar” (página 145).

Cuando le hicieron director general de ‘la Caixa’, volvió a pedir consejo a Ridruejo, que le dio cuatro: “el primero, pasivo; el segundo, pasivo; el tercero, pasivo; y el cuarto, sólo hay que conceder un crédito cuando sea absolutamente imposible denegarlo” (página 542).

 

Respirar aire puro

Pasar de Campsa a ‘la Caixa’ fue para Vilarasau “como respirar aire puro”: “encontrarme súbitamente en una empresa donde todo dependía de uno mismo y de las reglas de mercado”. Y recuerda las palabras de Narcís de Carreras, presidente de la caja cuando Vilarasau desembarca como director general: “Esta caja fue creada en 1904 y ha dependido sucesivamente de los ministerios de Gobernación, de Trabajo y de Hacienda, ha sido capaz de desarrollar su actividad y mantener su propio carácter con monarquías, repúblicas, democracias y dictaduras, con paz y hasta con guerra, ha sobrevivido hasta a una escisión, ya que en la Guerra Civil convivieron tres Cajas de Pensiones”. Conclusión: “la personalidad de ‘la Caixa’ es tan fuerte que se ha mantenido a pesar de todo”.

De la gestión de Vilarasau habla un dato. Cuando llegó, el 27% de los empleados de ‘la Caixa’ estaba en servicios centrales, y la dejó con el menor peso de éstos en una entidad financiera española.

Dignas de mención son algunas de las frases que reflejan su modelo de gestión: “la excelencia a corto plazo son los resultados, pero a medio plazo es el crecimiento”; “debemos estar con el pie en el acelerador (crecimiento) y un ojo en la temperatura del motor (beneficios)”; “a corto plazo los beneficios, a medio plazo el crecimiento, y a largo plazo la calidad” (página 486)

Y destaca, por encima de todos, otro dato. Vilasarau cierra su primer año en ‘la Caixa’ con un beneficio de 3.100 millones de pesetas de beneficios, de los que 1.100 millones, el 35%, se destinó a la Obra Social. En su último año como presidente, los 1.100 millones de pesetas (siete millones de euros, y no 7.000 euros, como figura por error en la página 639; y hay otras dos erratas: es “holgada” y no “olgada”, en la página 46; y el consejero delegado de Colonial es Juan José Bruguera, no Brujera, en la página 699) se convirtieron en 180 millones de euros. Se habían multiplicado por 25. El mejor legado para una caja con personalidad.

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