Regresaremos del invierno y cesarán las sombras pero, mientras tanto, quedan las lecturas sanadoras.

No more heroes exigían The Stranglers pero sí queremos héroes, queremos enmascarados que nos devuelvan a la infancia, queremos un final feliz. Incluso un final feliz con claroscuros como el que nos promete en cada viñeta el hombre murciélago. Batman es un superhéroe trágico, imperfecto, complejo. Un superhéroe carente de superpoderes, solitario y acechante, vigía de una ciudad gótica y espectral, oculto en la lluvia, enfermo de tristeza. Batman es un superhéroe diferente y por eso sus relatos tienen (desde sus orígenes) un componente adulto atípico en su género.

Y esta semana ha caído en mis manos Batman. Caballero maldito, una vieja trilogía de historietas con Halloween como nexo común y esos deliciosos supermalvados tan batmanianos, dementes venidos de laberínticas pesadillas. El Espantapájaros, el Sombrerero Loco, el Pingüino, tres villanos tenebrosos. Y enfrente Batman, devorado siempre por sus propios terrores. Lo que nos conmueve de este heroico justiciero es su fragilidad y aquí queda patente porque en este cómic Batman pelea contra sus propios miedos y está Lewis Carroll y la luz expresionista de los cuentos al calor del hogar y la calabaza hueca que ilumina una mueca espantosa.

De niño leíamos los tebeos de Batman y nos escalofriaba su amargura, su proximidad a aquellos a los que perseguía, su soledad. No es este Batman. Caballero maldito una obra maestra a la altura de La broma asesina o Arkham Asylum pero merece la pena pasear por sus páginas y encontrar a Bruce Wayne a vueltas con sus traumas infantiles y al comisario Gordon y la eterna noche a la que está condenado nuestro héroe.

No está de más, a la espera de que el invierno afloje su castigo, recurrir a la magia de las viñetas. Batman nos salvará. Si puede salvarse a si mismo (claro está). En la película El caballero oscuro contemplamos a Batman en un emocionante cara a cara con su némesis, el Joker. Y en ese pulso (con Heath Ledger echando mano de su enorme talento) contemplamos cuál es el miedo más profundo del enmascarado: la posibilidad (muy cierta) de que él y su mayor enemigo sean exactamente iguales, dos perturbados sedientos de sangre ajena. Porque la moralidad de Batman no es la moralidad intachable de Superman o el Capitán América. Batman se mueve en el filo de la navaja y eso es lo que nos seduce de él.

En fin, que no es mala idea acudir a la sección de cómics de nuestra librería más cercana y repasar los títulos de este personaje mítico que fue fulgor siniestro de nuestra infancia y todavía (adultos y heridos) nos ayuda a sobrellevar la miseria de estos días extraños.

Batman. El caballero maldito es otra vez Freud aplicado a la historieta de superhéroes, el subconsciente, los delirios, el mundo onírico donde las líneas de sombra son mucho más numerosas que las áreas expuestas a la luz. Con ilustraciones de enorme potencia poética, alguna ingenuidad disculpable y (al final) ese agridulce sabor que nos deja el placer de regresar a las primeras lecturas, aquellas que nos abrieron el camino de otros universos.

Batman nos salvará.

Estemos seguros de ello.

Batman. Caballero maldito. Jeph Loeb, Tim Sale. EccEdiciones.