La versión catódica del Presidente del Gobierno de la Nación avergüenza, pero no deja de ser fiel reflejo de la situación caótica en la que se encuentra sumido el país, a la par que ejemplifica de una manera simple y visual la realidad política que padecemos.

Semejantes comparecencias –incluidas las mini ruedas de prensa con un máximo de tres preguntas permitidas– a priori, descubren ante los estupefactos ciudadanos a un personaje pusilánime, perdido, acongojado, a un cobarde que evita dar la cara escondiéndose tras un monitor, a un personaje que ante el temor de enfrentarse a una realidad cruel y a un gobierno incapaz, elige el parapeto de la pantalla en vez de afrontar su obligación de responder frente a la opinión pública. Adalid de transparencia de boquilla, caudillo de opacidad en la acción. Pero hay que profundizar más: a mí lo que semejante actitud me revela es una arrogancia innata, un desprecio a los españoles a los que se debe, un comportamiento indigno del cargo institucional que representa, una desidia hacia las responsabilidades que ostenta, una carencia supina de profesionalidad, un choteo a los ciudadanos que le votaron y una falta de respeto a la gran Nación que es España -aunque los de la casta se empeñen en mancillarla cada día con esperpentos similares e incluso más flagrantes que el dichoso plasma-. Y una inquietud creciente me aterra mientras visualizo el holograma presidencial: si este señor padece de pánico cada vez que tiene que hacer frente a unos inofensivos periodistas españoles, que no sufrirá cuando tenga que rendir cuentas ante una Merkel, una UE o un BCE, por ejemplo.

En el hazmerreir internacional nos convertimos con la reincidente costumbre de exhibir la testa presidencial trascendiendo fronteras vía pantallita. ¡Y luego pretenderán que nos tomen en serio! Si Berlanga levantara la cabeza transformaría su “Bienvenido Míster Marshall” en un actualizado “Bienvenido Míster Plasma”. No dejaría de ser una versión contemporánea -repleta de sarcasmo como antaño- de la situación social, política y económica de una España pasiva, pasmada, cateta y borreguil. Solo que en esta ocasión nuestro retrato lo protagonizan unos dirigentes jetas, carentes de transparencia, atacando la libertad de expresión, restringiendo el derecho de información de los ciudadanos, interpretando actuaciones más propias de regímenes totalitarios y dictatoriales que de sistemas democráticos teóricamente consolidados.

Lo que me enoja casi tanto como la pantomima del Presidente es la asistencia de decenas de comunicadores como comparsa  que ameniza el numerito. ¿Por qué se da cobertura a semejante forma virtual de comparecer? Si un partido político o un cargo electo no aceptan preguntas, las restringen, las prohíben, las suprimen, los medios no deben prestarse voluntarios como figurantes en la farsa. Comprendo que la situación es terminal para muchos periodistas y si te obligan debes acudir,  pero las cabeceras que los envían tendrían que vetar la presencia de sus publicaciones en intervenciones que atentan contra la dignidad profesional. A la segunda que un político vea una sala de prensa completamente vacía, recula. Sin embargo, sin escarmiento ni escarnio público que valga, sin el bochorno de enfrentarse a un auditorio  desierto, continuarán insolentes con su convicción de que “estos panolis tragan con todo lo que les echemos”. Si Rajoy y el PP quieren lanzar propaganda o manifiestos que compren espacios publicitarios. Los medios de lo agradecerán.

Twitter: @CarmelaDf