Regálame algo que perdure, regálame algo que sepas que estará conmigo, porque ese regalo demostrará, durante mucho tiempo que una amistad existe o existió.

 Un amante de la naturaleza, su cuidado y su cultivo, me regaló un experimento, un injerto de 2 tipos de cerezos, era una mínima ramita tratada con todo amor y cuidado en una pequeña macetita de plástico. Todo surgió cuando yo estaba admirando su jardín salvaje en mitad de Madrid, el verde apasionaba, olía  y el color cobraba luz e intensidad, el paseo fue una ruta de países, aromas y sorpresas.

Este hombre apasionado me habló de como trataba a sus plantas, arboles, su oxígeno y su casa. La calma invadía el ambiente, revuelto de ramas perfectamente colocadas por la misma naturaleza, él las plantó pero las dejó crecer, subían de forma natural, salvaje y ordenado, cuidado y desordenado, era un trópico en un jardín. Me apasiono esa descuidada vida del verde tan vigilada, unos cuantos paseos al día llenándose los sentidos veían como todo estaba en su desordenado orden.

Mi pasión por su pasión, me dio algo, él se dio cuenta y me hizo partícipe de su verde, me traje a lo que yo llamé Carmancio. Ese injerto todavía dudoso de vida  en esos momentos se trasladó de un jardín a otro. Muerta de miedo, como si de un bebé se tratase, lo planté en mi pequeño trocito de tierra.

Año tras año, he visto como surgía la vida en él, le mantenía erguido con palos cada año más altos y más resistentes. El año pasado por primera vez me dio hojas, que orgullosa me sentí, le doy noticias a su creador todos los años porque estoy segura que se sentirá orgulloso de su niño.

Este invierno ya me tocó podarle, se estaba haciendo tan alto que no quería que perdiese su poder en el tronco. Cogí las tijeras y estudié minuciosamente por donde tenía que cortar, no quería meter la pata, era un sentimiento de una creación con amor a la que no podía fastidiar. No es una planta a la que mucha gente dejaría morir descuidada pensando ya compraré otra. Este Carmancio está lleno de vida, de momentos, de cuidados de su creador, de mimos míos pensando en lo que alguien había podido hacer, es un ser lleno de recuerdos y que  por su savia corre amor.

Ya puedo decir que Carmancio es un árbol, sus ramas están llenas de vida, llenas de verdes y blancas hojas como si de un ser atigrado se tratase. Mirándolo como me enseñaron a mirar amando, entre veo pequeños capullitos de flor, no me puedo creer que esa ramita de perejil me vaya a dar flores este año. Ansiosa lo miro todos los días a ver si ha abierto alguna, veo unas hojas de mini flor, son blancas o rosas o quizás violetas cuando crezca. Es interesantísimo no saber qué va a ser, fue un injerto de cerezo blanco y cerezo rojo. Orgullosa estoy de él como si de otro más de la familia se tratase.

Acabo de venir de verlo, el tronco y las ramas casi no se ven, plagado de hojas están, me parece un ser extraño, no es un cerezo normal, las florecitas irán surgiendo y si quizás siga sintiéndose con amor en su savia, el año que viene flores más grandes me dará y si al siguiente lo sigue sintiendo, la fruta, esa cereza de color indefinido aparecerá.

Esta pareja jamás se me olvidará, la tengo presente todos los días. Yo tengo la suerte de tener un amor fuerte plantado que vida me da. El regalo para toda la vida es lo que hay que valorar, eso que te cuesta dar, ese trocito de tu ser que se te va, pero con mucho cariño lo das.

Querido amante de la naturaleza, aquí está, grande y fuerte.

Los frutos que dé ya los probarás, orgulloso de crear tienes que estar.

Crear para sentir, para vivir, para cuidar, para sonreír, para disfrutar y para recordar. Regalar algo por lo que no te puedan olvidar y en mí siempre un recuerdo estará.

Gracias por todos esos regalos hechos con amor, que tanto cuesta dar, pero que sabes que van a perdurar.