Los mercados se han vuelto completamente locos, al menos en Europa. El Dax alemán tiene ganas de recortar. El Ibex, tras los subidones de las dos últimas semanas, necesita un recorte. El FTSE británico, que parecía ya inmerso en el recorte, se desmarca con un subidón de los buenos y de buen perfil. Y el CAC, que no tiene ninguna gana de bajar y pocas fuerzas para subir contracorriente, se conforma con hacer lo que puede. ¿Se puede pedir más variedad?

Es de todos sabido que en el mercado siempre puede pasar cualquier cosa, sobre todo si es lo contrario de lo que uno piensa, pero en estas circunstancias en las que los mercados parecen haber perdido por completo la sincronicidad este fenómeno es aún más acusado. Lo que hoy es blanco en Londres mañana puede ser negro y convertirse en blanco en Fráncfort por arte de no se sabe muy bien qué magia.

¿Y por qué están tan nerviosos los mercados? Pues por varias razones y ninguna de ellas definitiva. En primer lugar, porque toca presentaciones de resultados y los inversores se han vuelto cada vez más exigentes. Y si no, vean lo de Philips. Mejora su resultado en un 88% y es premiado con un batacazo de impresión porque no ha respondido a las previsiones. Y luego está la teoría de ondas de Elliott. Puede que estemos ante el final de una quinta onda, aunque también puede que sea una tercera (eso se sabrá solo a toro pasado) y en ambos casos llevaría a un recorte. Evidentemente, si se trata de una quinta, los especialistas auguran retroceso general y de los buenos, mientras que si se trata de una tercera sería menos acusado.

Y yo digo: también puede ser que no sea ninguna de estas cosas y que, simplemente, nos estén engañando de nuevo, metiendo el miedo en el cuerpo a los pequeños para que vendan a cualquier precio porque esto se derrumba y luego salir disparados con los de siempre abordo. No sería ni la primera ni la última vez que pasa y lo del viernes en Wall Street fue una llamada a las ventas tan evidente que ya escama un poco. No se molestan ya ni en disimular un poco.

Pero lo más gracioso es que la apertura alcista de Wall Street contradice todo lo demás, por lo que este nuevo signo de confianza debe ser recogido con mucha cautela, que a lo mejor esta sí que es la trampa mortal. En fin que, como siempre, estoy es un lío de narices y lo único que he sacado en claro es que ni las muestras de debilidad del Dax ni las de fortaleza del FTSE son como para tomárselas demasiado en serio. En mi opinión, el mercado está en fase de decisión sobre qué hacer con su destino inmediato y aún no lo tiene muy claro.

Y prueba de ellos son las diferencias entre los índices europeos. Mientras el Dax salvaba la sesión en el último momento con una subida de apenas un 0,04%, el FTSE aparecía triunfal con un avance sólido del 0,81%. Entre medias, el CAC avanzaba un 0,39% y el Ibex se rezagaba y se dejaba unas míseras centésimas al cierre, un 0,13%, después de haber perdido más del 1% a media sesión.