Del amor al horror

19/12/2014

Miguel Ángel Valero. Santiago Velázquez muestra, en “Viaje de invierno”, cómo cambia todo, también todos, en un instante.

La primera obra de Santiago Velázquez, autor además del libro de cuentos “Huéspedes del olvido” y de “La condena de Salomon Koninck” (Premio Joven y Brillante de Novela Corta) que he leído fue “La extraña ilusión” (XIV Premio Tiflos de Novela). “Viaje de invierno” (Ediciones Zut, 161 páginas) no tiene nada que ver con la obra, comentada ya en diarioabierto.es.

Quizás sea lo que más sorprenda, la variedad de estilos que es capaz de manejar Santiago Velázquez en apenas dos novelas, hasta el punto de no creerse uno del todo que ambas tengan la misma firma.

Pero el motivo más importante para leer “Viaje de invierno” es, sobre todo, lo original de la propuesta. Dos jóvenes, Rubén Granta y Alejandra Osorio, se conocen en una fiesta de Carnavales. No podían ser más distintos. Uno, hijo de un gran abogado, criado entre amas de llave y lujos. La otra, vive en un barrio marginal de la gran ciudad, aquellos que más argumentos dan al lumpenproletariado retratado por Carlos Marx y Federico Engels.

Los dos tienen, sin embargo, mucho en común: los sueños y los fracasos. Él está obsesionado por crear, por el cuadro perfecto, pero vive atormentado por la culpa y la cobardía. Ella ansía llenar de canto los teatros, mientras estudia Medicina entre ambiciones humanitarias.

Parecen una pareja condenada a entenderse. Y Santiago Velázquez describe con una prosa muy poética la luminosidad del amor, de descubrirse complementarios, de estar hecho el uno para el otro. Pero también la obsesión, la ambición que a ambos corroe de dejar huella en el mundo, de ser inmortales a través del arte (la pintura, él; el canto, ella).

Para cargar las pilas antes de los exámenes finales, la pareja decide hacer un viaje de invierno, y encontrarse durante un fin de semana entre las montañas nevadas. Pero los sueños, como ya proclamó Calderón de la Barca, sueños son. Y los que tenían toda la vida por delante ven cómo se les escapa en un instante.

Del amor se pasa, en unos segundos, al horror. Del amor, la pasión, los ideales compartidos, a la cobardía, a la traición.

Y eso es lo que cuenta Santiago Velázquez, de una forma totalmente distinta a “La extraña ilusión”, en “Viaje de invierno”. Lo hace de tal manera que uno termina de leer la última página, y quiere más. Y ése es un gran atractivo de esta novela. Léala, no se arrepentirá.

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