‘La dama boba’: El decoro de Sanzol

01/12/2017

Luis M. del Amo. El premiado director y dramaturgo agota localidades antes de estrenar en el Teatro de la Comedia de Madrid.

Si el decoro, en retórica, es una adecuación de todos los elementos al propósito general de la obra, se puede decir que todo es decoroso en esta versión de La dama boba de Alfredo Sanzol, el premiado director y dramaturgo que antes de estrenar ha agotado ya localidades en el Teatro de la Comedia de Madrid.

Y hablamos aquí de decoro porque todo fluye con suavidad y perfecta adecuación en la adaptación y dirección del autor navarro, ganador del último Premio Nacional de Literatura Dramática.

No hay otra cosa que armonía y congruencia en la elección del escenario circular, tan ajeno al original corral de comedias para el cual la obra fue compuesta, donde se representa este clásico dentro de la pequeña sala Tirso de Molina de la sede madrileña de la Compañía Nacional de Teatro Clásico.

Tampoco hay la menor brusquedad, la menor violencia, y sí por el contrario, la mayor adecuación en las ropas actuales que visten los intérpretes de esta versión del clásico de Lope, programada hasta finales de diciembre.

Ni en las canciones, vulgares en ocasiones, añadidas al original y que salpimentan la obra. Ni en el gozo ingenuo e infantil que transpira toda la puesta en escena. Ni en las referencias al cine, que convierten en un duelo en OK Corral un español duelo de capa y espada.

Todo es celebración de la vida y del teatro en esta versión de Alfredo Sanzol, incluyendo la labor de sus colaboradores habituales, Pedro Yagüe, en la iluminación; y Alejandro Andújar, en la escenografía, con quien el director navarro juega una vez más al juego de suprimir todo lo accesorio, y dejar solo lo más expresivo y esencial.

También los jóvenes intérpretes, integrantes de la Joven Compañía de Teatro Clásico, se suman a esta fiesta propuesta por Sanzol; a saber, Daniel Alonso de Santos, Miguel Ángel Amor, Cristina Arias, Marçal Bayona, Pablo Béjar, José Fernández, Paula Iwasaki, Georgina de Yebra, Silvana Navas, Kev de la Rosa, Jimmy Castro y David Soto Giganto.

Y tampoco falla aquí la mayor adecuación, ni cuando se exige un grado de caracterización más marcado, como en la dama boba – patizamba y boquiabierta – que dibuja Iwasaki; ni en el zumbón y simpatiquísimo profesor de baile que se marca el sensacional Kev de la Rosa.

En otras ocasiones, cuando la obra así lo requiere, se rebaja en cambio el relieve de la máscara, y toma aquí la interpretación un carácter más naturalista, donde brillan los reproches de Georgina de Yebra – la hermana lista de esta comedia centrada en el trato a las personas y el poder curativo del amor –; así como en la ingenua desesperación que muestra el pretendiente al que da vida Jimmy Castro.

Todo ello salpimentado de canciones, interpretadas con instrumentos en directo por los propios actores – una guitarra, un clarinete –, de bailes, de vertiginosos movimientos de grupo. De ritmo, en definitiva. Y de amor al teatro y a la vida.

Una fiesta, en suma. Todo decoro. Siempre ingenua. Y una prueba más de la habilidad de Sanzol a la hora de abordar los clásicos, ya sea del Siglo de Oro español, o del teatro isabelino, como ya hiciera en la magnífica La ternura.

Imprescindible.

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