Pocas veces hemos presenciado un nivel de atención en el público como el que ayer se concitó en el patio de butacas del teatro Bellas de Artes de Madrid, en la vuelta a los escenarios de la capital de la obra Todas las noches de un día, de Alberto Conejero, uno de los jóvenes talentos del teatro en España. Un nivel de atención que se mantiene sin altibajos durante toda la función, guiado sabiamente por un texto que sirve a Carmelo Gómez la oportunidad de armar un gran personaje, acompañado por una también notable Ana Torrent, bajo la dirección de Luis Luque y escenografía de Mónica Boromello.

Un gran acierto el del productor Jesús Cimarro el de abrir al gran público el poético texto de Alberto Conejero, que combina con sabiduría las virtudes de la intensidad lírica con el interés narrativo de una trama que, pese a su complejidad, mantiene imantado al público que llena el coliseo madrileño. Estructurado como un diálogo pero a través de una múltiple dimensión temporal, el público asiste atónito al arco completo de la relación que entablan Silvia, una misteriosa mujer que vive sola en un viejo caserón, y Samuel, el jardinero que acude a cuidar del valiosísimo jardín de la vetusta vivienda.

Mediante saltos en el tiempo, magníficamente engranados, asistimos así a las peculiaridades que surgen entre esta mujer herida y un jardinero que, además, conversa con un tercer personaje – que no vemos –, y que, en manos de Gómez, se eleva a la categoría de gran personaje, habitante de un mundo fuera del tiempo, y feroz despreciador del apresuramiento y la vulgaridad de la vida moderna.

Una apuesta por un teatro de calidad que logra conectar con el gran público, a pesar del retorcimiento formal y de la hondura lírica que atesoran las líneas de Conejero; características por otro lado plenamente justificadas y cargadas de sentido, como el público irá descubriendo, sin un momento de desmayo.

No se la pierdan.