Una mirada progresista y orgullosa a la historia de España

06/03/2020

Miguel Ángel Valero. José María Calleja lamenta que "no hemos conseguido hacer un trabajo de memoria compartida entre todas las posiciones políticas" y elabora  "una reivindicación de la España presente y pasada con la que se saca de encima la leyenda negra".

La Transición, «uno de los episodios más fructíferos de nuestra historia»; la Constitución: la de 1812, «el símbolo del nacimiento de la moderna nación española», y la de 1977; los sindicatos; la salida de los restos del dictador Franco de Cuelgamuros, «un acto de justicia democrática»; las autonomías, que ayudaron a «mejorar considerablemente las condiciones de vida de los habitantes de cada comunidad»; la resistencia contra la dictadura, porque «fue la movilización en la calle, activa, pacífica, indesmayable, la que acabó trayendo la democracia a España»; la entrada en la Unión Europea, los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992; la ley contra la violencia machista; la monarquía; la resistencia contra ETA; el matrimonio homosexual, «pasamos a ser modelo en derechos civiles en todo el mundo»; el Quijote, la Movida; el destape, las maestras de la República, las Misiones Pedagógicas, la Institución Libre de Enseñanza, el Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca; los triunfos de la selección de fútbol y de baloncesto, Gasol, Nadal, y un largo etcétera.

En «Lo bueno de España» (Planeta, 350 páginas), José María Calleja desliza una mirada progresista y orgullosa sobre su historia, huyendo tanto de la autoflagelación como de la hagiografía, narrando aquello de lo que los españoles podemos sentirnos razonablemente satisfechos. «Una reivindicación de la España presente y pasada con la que se saca de encima la leyenda negra» y que responde a los ataques de los nacionalismos, incluido el españolista, que prolifera como reacción al catalán.

Defiende, y con razón, que la globalización nace en el siglo XVI con España y Portugal repartiéndose el Nuevo Mundo, y que «si queremos entender nuestro presente como europeos, hay que pensar en el mundo ibérico»

Pero también señalando nuestros fallos, como que en España «no hemos conseguido hacer un trabajo de memoria compartida entre todas las posiciones políticas».

O que tantos españoles piensen como aquellos versos de Jaime Gil de Biedma: «de todas las historias de la Historia/ la más triste sin duda es la de España, / porque termina mal».

O que se olvide que «más de un 90% del total de víctimas de ETA son asesinadas en tiempos de libertades, en democracia, después de muerto el dictador». Aunque también sirve para subrayar que «la dignidad en la lucha para la derrota de los terroristas ha tenido nombre de mujer».

José Maria Calleja hace en el capítulo final del libro un homenaje a las escritoras, «mujeresw en un mundo en principio de hombres», y desde luego otra demostración de lo bueno de España.

Pero hay más, mucho más, en esa obra. Reflexiones agudas como que «todo empieza y termina en las palabras, gana el que impone su vocabulario, el que logra que las palabras signifiquen lo que él quiere y puedan ser utilizadas como armas». Y que sirven para entender que a los nacionalismos hay que combatirlos «con las armas de la razón y de la inteligencia», como insistió una y otra vez en la presentación de «Lo bueno de España» en la Librería Rafael Alberti de Madrid

 

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