El puchero no se devalúa

30/12/2011

Patricio Sesma Granell, restaurador. Ha llegado la fecha de saludar a esa cubierta cenital grisácea, panzaburro, que dicen en el pueblo, a ese cielo que nos anuncia que el sol ha perdido su influencia y que los fríos, las nieblas, y las nubes ganan la batalla como en la cruda realidad del momento.

El sol, aunque gane la batalla del día a día, se queda sin fuerzas para calentarnos y debemos buscar cobijo energético en los pucheros, porque con lo que nos cuentan en la tele, para entrar en calor habría que volver a la Inquisición y quemar brujos pseudo-economistas en nuestras calderas.

Comida de pucheros de nuestras abuelas, madres, recetas de antaño que tanto nos gustan, que nos retrotraen a los tiempos de la peseta. ¿Dónde estás peseta? Se te echa de menos.

Olores que nos embriagan y que nos transportan a los tiempos  en los que hacíamos rabiar a las que más tarde cuidarán y educarán a nuestros hijos sin cotizar a la seguridad social y sin salario. Una madre es una madre y a ti, Europa económica, te conocí(encontré? así es el dicho) en la calle.

Sabores de antaño que nos provocaban aquel infantil “No me gusta“, frase que  debiéramos  haberla dicho cuando la falsa opulencia llamaba a nuestra puerta y la dejábamos pasar.

Y, ahora, renegando de todas nuestras travesuras, suplicamos a nuestros mal pagados jubilados que nos  hagan una vez más ese guiso,  que alrededor de un puchero y en familia,  las penas son menos penas, e incluso la vida es más fácil y llevadera, eso si es ayuda, no la de los especuladores.

Es tiempo de matanza, es tiempo en el que el cerdo entrega su cuerpo y alma para disfrute de nuestros paladares, y por ello vamos a darle, darnos, un homenaje, que si no nos lo damos nosotros, ¿quien nos lo va a dar?  ¡¡¡ Con la que esta cayendo!!!

Hoy el charcutero está de buen humor porque le han contado que el consumo se dispara en Navidad y que va a vender lo que no está en los escritos, y como nos ha contagiado su alegría, vamos a comprar una morcilla a ser posible de cebolla, un chorizo para cocer, un repollo, y unas costillitas de gorrín.

A la hora de pagar nos damos cuenta que el carnicero es un infeliz porque se cree lo del consumo, pero que no es tonto porque sabe subir precios.

Pasado  el susto que nos hemos llevado, nos compramos unas alubias negras o pintas, no hace falta que sean de Tolosa, porque en Tolosa no hay suficientes alubias como  para que todas sean de allí pero como siempre, el precio sí es de las de allí. Como ya sabrán esto pasa con todo.

Vale, ahora, nos toca rebuscar en la nevera una cebolla, una zanahoria, un par de dientes de ajo y ese aceite de oliva que está siempre presente en la cocina  como las noticias económicas en la tele.

¡Y manos a la obra! Sí, he dicho obra para recordar que hubo una vez muchas y que ahora ni siquiera hay suficientes para entretener a todos los jubilados; hay tan pocas como dinero para las pensiones.

Si nos hemos acordado, habremos puesto las alubias a remojo, para que se ablanden. Es comprensible olvidarlo ya que se nos puede ir la cabeza pensando  qué teoría macroeconómica de Standar&Poors tenemos que utilizar hoy.

Y si ponemos los precios a remojo, ¿se ablandarán? ¿Y los políticos?

Cogemos nuestro mejor puchero e introducimos las alubias, la cebolla, la zanahoria, y los dientes de ajo, todo enterito, chorrito de oliva exprimida, y lo cubrimos de agua, como dos centímetros por encima del nivel de las alubias, centímetros de los de toda la vida, os lo recuerdo ya que ahora todo ronda por el centímetro 8.000.¡No no, perdón que eso es el Ibex!

Encendemos el fuego y le damos caña, como debiéramos de dar a los gurús financieros. Cuando la cosa empieza a hervir, “devaluamos” el fuego, “congelamos” su poder, y dejamos que el agua haga pompitas pero pocas, no vaya a ser que nos encontremos otra burbuja inmobiliaria y se nos vaya todo al traste, y así al tran tran las tendremos como unas tres horas.

Incluso si la burbuja es constante, la erradicamos con un poquito de agua fria, no vaya a ser que caigamos otra vez en la trampa.

Mientras tanto cogemos otro puchero, lo llenamos de agua y ponemos a cocer el chorizo. Una vez cocido, y sin cambiar el agua cocemos la morcilla, y con la misma agua a la cual, añadimos un poco de sal,  cocemos la costilla, y para terminar cocemos en esa agua sabrosa, llena de contraste y gustos de la tierra  el repollo.

Mientras nos entretenemos con estas cocciones, con el rabillo del ojo hemos oteado que a las alubias no les ha faltado agua, que los dos centímetros, siguen siendo dos centímetros.

Cuando hemos catado, acción maravillosa en todos los guisos, las alubias y hayamos dado el visto bueno a su textura, salamos al gusto de cada uno, y a los cinco minutos apagamos y dejamos reposar.

Los demás condimentos los metemos en un bandeja al horno para darles un poco de calor, eso sí,  mas calor del que nos da la realidad mundana hoy en día.

Y  si es usted un manirroto a la hora de servir, presente en la mesa unas guindillas de Ibarra, aunque aquí pasa lo mismo que con los espárragos de Navarra o los judiones de la Granja, o las gambas de Huelva, que tienen el nombre del sitio pero no el origen; y si se ha arrepentido de que le tomen el pelo como con aquellas “ayudas” hipotecarias al consumo, unas simples guindillas de toda la vida, como los guisos, es suficiente.

¡Buen provecho!

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2 pensamientos en “El puchero no se devalúa

  1. Me parece genial este apartado de recetas buenas buenas, basadas en la actualidad.
    Seguiré esperando las.
    Saludos.

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