«Nunca se llega totalmente a la verdad»

25/02/2024

Miguel Ángel Valero. En 'La hija de Gardel' (Contraluz) hace una descarnada reflexión sobre la identidad de la persona, sobre la verdad, sobre la justicia.

En ‘La hija de Gardel‘ ((editado por Contraluz, 272 páginas), Lea Vélez, que no tiene relación alguna con Argentina ni con la dictadura militar, parte del  asesinato de un periodista supuestamente comprometido con los derechos humanos en el País Vasco. Su muerte está relacionada con Fernando y Alicia, un matrimonio de exiliados víctimas de la dictadura militar argentina; Gaona, un oficial de la Armada que participó en los vuelos de la muerte, las torturas y los asesinatos, y presuntamente ‘arrepentido’, y Ana, una joven periodista madrileña  que investiga esa represión. Pero nadie es realmente lo que parece.

Pregunta: ¿Por qué una novela como ‘La hija de Gardel’, sobre la dictadura militar argentina, cuando ni es de ese país, ni tiene familia allí?

Respuesta: Es una novela basada en una historia. Tengo una obsesión por coleccionar historias. En este caso, todo comienza con un artículo sobre El Falsificador. Luego acumulé noticias y documentación hasta que escribí ‘La hija de Gardel’. Todas las dictaduras son similares.

El libro comienza con una cita de Séneca, «El lenguaje de la verdad debe ser, sin duda, simple y sin artificios». ¿También en la literatura?

Bueno, depende de lo que se quiera contar y cómo. En este caso la novela exigía un formato de crónica, más periodístico, ante la subjetividad que supone la existencia de varios narradores. Pero la sencillez es muy complicada.

En ‘La hija de Gardel’ nadie es lo que parece.

Sí. El lector debe prestar mucha atención, porque son los mismos personajes con distintos nombres y en momentos diferentes.

La novela presenta la identidad de la persona como metáfora de un país, Argentina.

Puede ser, pero soy española. Muestra cómo ve un español la dictadura militar. Refleja una versión española, europea, de lo que pasó. Creo que se muestra la verdad de la dictadura. No me he inventado nada.

La verdad es «siempre oscura, espesa como el barro».

La verdad es como un espejismo en el desierto, vemos lo que queremos. Podemos tener afán por la verdad, pero la vida demuestra que nunca llega a ella totalmente. Pero hay que esforzarse por acercarse a ella. Porque hay muchas versiones. Está la verdad periodística, la exactitud. Y hay que tener en cuenta el daño que puede hacer la verdad. Llegar a la verdad es imposible. Los personajes de ‘La hija de Gardel’ no lo logran. Hay que contemplar todas las miradas para acercarse a ella.

«La mayor falsificación es la que se sostiene con la verdad».

Cuando las cosas son verosímiles, son verdades sin entrar en detalles. Es como esas aplicaciones de inteligencia artificial, que analizan si dices la verdad o no. El Falsificador sabe qué hacer para que todo parezca verosímil.

Sin verdad, no hay justicia.

Sí, seguramente. Pero no sé si es verdad. En los juicios hay que tener los hechos muy probados, lo que exige tener mucha información. No se trata de una mera acumulación de hechos probados. Como las personas desaparecieron, no puedes conocer los hechos que sucedieron.

En ‘La hija de Gardel’ aparece la dictadura, la guerra en la sombra, como metáfora del mundo, del ser humano.

La dictadura, la represión, siempre está presente en el ser humano. Hay muchos países totalitarios. Es una metáfora de la realidad

¿Hay que pedir perdón por sobrevivir a la barbarie, como parece sugerir el síndrome del superviviente?

Soy una persona muy leal con mis amigos. Tengo un sentido de la lealtad muy exagerado. Traición y culpa van de la nano. En ‘La hija de Gardel’ hay muchos tipos de traiciones. La culpa es una manera de sancionarse a uno mismo. El superviviente no es un traidor, pero arrastra la culpa, la mirada del otro que le acusa. También está en síndrome de Estocolmo, en el que el subconsciente asume a sus secuestradores.

 

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