Gestores inútiles nombrados a dedo por el político de turno -mientras el verdadero talento español emigra o es demandado por países nórdicos y potencias centroeuropeas-  dan como resultado compañías que quiebran. La compra de votos y el pago de favores vía subvenciones desembocan en RUINA. El libre mercado entiende de ofertas, demandas, rentabilidades y cuentas de resultados, no de identitats. El intervencionismo distorsiona los mercados -una obviedad que algunos parecen desconocer-. Invertir dinero público en estandartes nacionalistas sólo para aparentar, sin estudiar la viabilidad de los proyectos, es de irresponsables. Dilapidar el dinero de todos en el capricho de unos pocos -que para nuestra desgracia son los que nos gobiernan- requiere con extrema urgencia la imposición de responsabilidades penales respondiendo con el patrimonio personal para reponer lo despilfarrado. ¿Dónde han ido a parar los ciento y pico millones de euros en subvenciones regaladas a una empresa de dos mil trabajadores?  Mientras dejaban a miles de familias en la calle  -a este paso alcanzamos los seis millones de desempleados en 2012-, abandonando a su suerte a más de 20.000 pasajeros que habían confiado en su compañía, me la juego a que la alta dirección de Spanair –con los bolsillos bien llenos consecuencia de unos sueldos estratosféricos- estaba enredando para conseguir nuevo consejo de administración donde aposentar su trasero. Frente a la desvergüenza de los culpables la dignidad ante una situación dramática la pusieron los empleados: tras el anuncio del cese de actividad siguieron atendiendo clientes pese a saberse en el paro.

Mientras la Generalidad ha inyectado dinero a espuertas en “su aerolínea”  aprobaba severos recortes en educación y en sanidad. No contaba con fondos para la atención de los servicios básicos hacia sus ciudadanos, pero sí para estandartes catalanes. Los padres, impotentes ante la deficiente calidad educativa que reciben sus hijos, o los jubilados, mal atendidos en los hospitales por falta de recursos, deben de estar encantadísimos con ese experimento a mayor gloria de las identidades nacionalistas. Pero no sean tan ilusos de pensar que sólo el Gobierno de Cataluña tiene la exclusiva en tontadas. Echen un vistazo a la geografía española y comprobarán que casi en todas las comunidades se han acometido aberraciones similares que serían objeto de chanza si no fuese porque nos han llevado a la miseria. Ruinosos proyectos faraónicos responsabilidad de representantes de todos los colores e ideologías: los aeropuertos de Castellón, Ciudad Real, León, Lérida, Badajoz, Pamplona -la obsesión aeroespacial española tenemos que hacérnosla mirar: Alemania con el doble de población cuenta con la mitad de aeropuertos-, el Palma Arena, el Palacio de Congresos de Oviedo, el Puerto Deportivo de Laredo, la Caja Mágica de Madrid, la Ciudad de la Cultura de Santiago… Con el añadido de que el mal uso de los fondos públicos normalmente ha traído de la mano flagrantes casos de corrupción. Por no adentrarnos en el abominable mundo de las Cajas de Ahorro que daría para un monográfico. Lo triste es que próximamente -y sintiéndolo en el alma por los trabajadores- se van a ir al garete por insostenibles otras tantas empresas ligadas a las subvenciones públicas; y puede que hasta unas cuantas Comunidades, algunas ya en reconocida bancarrota. Nos encontramos pues ante un sistema que se desmorona sobrecargado de administraciones públicas -autonómicas y locales-, de duplicidades, de funcionarios de relleno y de innecesarios cargos políticos por doquier.

Señores del PP: ostentan mayoría absoluta y más poder territorial que ningún otro partido antes en democracia. Pueden ustedes acometer cuantas reformas sean necesarias para la estabilidad del país, anteponiendo el bienestar de los ciudadanos a cualquier otro interés. ¿Hasta dónde serán capaces de llegar? Estamos expectantes…

Twitter: @CarmelaDf