Los que no saben gobernar prohíben (II Parte)

08/11/2012

Carmela Díaz.

Hace poco más de año y medio en este santo diario la arriba firmante despotricaba -con toda la ironía y la sorna que mi pluma me permitía- contra los cargos electos socialistas. Eran incapaces de acometer medidas de gobierno coherentes, pero se dedicaban a prohibir como posesos:  https://www.diarioabierto.es/24743/los-que-no-saben-gobernar-prohiben

Apenas unos meses después son los dirigentes populares quienes ante una terrible desgracia, en vez de comprometerse con firmeza a depurar responsabilidades -caiga quien caiga-, salen a la palestra para echar balones fuera y para intentar apaciguar ánimos prohibiendo.

La alcaldesa de Madrid, esa que ocupa uno de los cargos  con más visibilidad institucional sin pasar por las urnas, esa cuyo bagaje político pasa por una concejalía de medio ambiente, esa cuyos méritos ansiamos comprobar como agua de mayo, despacha cuatro muertes con una prohibición. ¿Han observado que en la Edad Media los enlaces matrimoniales sellaban alianzas políticas, construyendo salvoconductos hacia pactos de Estado y en el siglo XXI algunos se rigen por idénticas normas?

Señora Botella, adláteres varios y amigos del poder en general, puestos a imponer vetos como solución a una calamidad, prohíbanse a ustedes mismos, los políticos, que actuaciones suyas vergonzosas y desastrosas las contamos por miles en los últimos tiempos. Y pregunta de Trivial que se me ocurre sobre la marcha ¿por qué permiten este tipo de actos desde el consistorio mientras se cargan los Premios Villa de Madrid que honraban el talento de compositores, escritores, dramaturgos o periodistas, que homenajeaban la cultura en definitiva? Porque la pela es la pela y en unas arcas municipales expoliadas, más aun.

Según las deducciones de la alcaldesa  -autoritarias y dictatoriales- deberíamos plantearnos suprimir también conciertos multitudinarios, grandes acontecimientos, competiciones de élite, celebraciones deportivas o fiestas populares. Porque en todos ellos suelen converger jóvenes, aglomeraciones y alcohol. Y puntualizando su falta de razonamiento -discernir va más allá de la demagogia oportunista aunque no todos sean capaces de verlo-, habría que señalar que lo que se restrinja en la capital podría llevarse a cabo en Alcobendas, Las Rozas, Vallecas o Guadalajara. En vez de vedar tras una tragedia prueben a potenciar la prevención, a supervisar la seguridad, a ser escrupulosos en el control y a requerir una perfecta organización como requisitos imprescindibles en eventos de semejantes características. O a exigir un cumplimiento exhaustivo de las normativas vigentes -igual que hacen con los españolitos de a pie a los que no nos pasan ni una, pese a ejercer de honrados ciudadanos y no de delincuentes potenciales-. Es lo que esperamos de nuestras autoridades, junto con una depuración de responsabilidades -incluyendo dimisiones si procede- dado un caso tan grave como el que nos ocupa. Comprobar con hechos que los políticos que nos representan no están para servirse a sí mismo ni a los suyos.

Cuatro vidas valen más que millones de euros, amiguismos, nepotismos, protecciones partidistas e intereses personales. Pero la terrible pena, la cruel realidad, es que esas jóvenes ya no disfrutarán de todo lo que les quedaba por vivir. Que sus familiares y amigos jamás volverán a abrazarlas. Mientras, algunos se habrán llenado los bolsillos obviando desgracias mortales; otros permanecerán en cargos públicos que no merecen. Y lo más sangrante: dentro de un tiempo volveremos a lamentarnos.  Ojalá me equivoque.

Twitter: @CarmelaDf

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