‘Don Gil de las calzas verdes’, El diablo en los detalles

21/09/2017

Luis M. del Amo. Una sensacional Sara Moraleda protagoniza esta divertida versión del clásico de Tirso.

Compuesta a principios del siglo XVII, Don Gil de las calzas verdes – la obra de Tirso de Molina que ahora recala en los Teatros Luchana de Madrid, bajo la dirección de Hugo Nieto, y en versión de Alberto Gálvez, supone un referente en el tipo de comedia nueva inaugurada por su contemporáneo Lope de Vega. En ella, el enredo, y singularmente el tema de la dama disfrazada, protagonizan unas enrevesadas tramas, donde, por lo demás, lo importante, más que el estudio psicológico de los personajes, es la caracterización de las diversas clases sociales, la burla, y en suma la representación de una visión del mundo, no tan distinta de la nuestra, a pesar de los cuatro siglos transcurridos.

Con diferentes pretensiones, muchas son las compañías que se han acercado al montaje de los clásicos españoles. Recientemente, y de forma sublime, Ron Lalá. O los valencianos Moma Teatre, con un calderón. Ahora, son los componentes de Ensamble Bufo quienes, con unos medios muy diferentes, se acercan a este Don Gil de las calzas verdes, en versión de Alberto Gálvez.

El montaje, dirigido por Hugo Nieto – también director general de los Teatros Luchana –, sube a escena la versión de Gálvez, que poda el original hasta dejarlo en una decena de personajes, y una duración de menos de hora y media. Además, la versión introduce chascarrillos de actualidad. Y músicas, sobre todo de percusión, así como canciones, que interpretan sus seis actores, Sara Moraleda, Natalia Erice, María Besant, Jorge Muñoz, Samuel Viyuela y Rafa Maza. Por su parte, la composición musical es de Miguel Magdalena, de Ron Lalá.

Un buen trabajo de los actores

Lo primero que hay que decir de esta función es que es bastante satisfactoria. Y que tiene lugar en un escenario dividido en un espacio central, con dos bandas laterales, donde se sitúan unas feas cajas de plástico, y que sirven tanto como asiento como de almacén de los diversos elementos que intervienen en escena.

Una austeridad en la puesta escena que, combinada de un buen trabajo actoral, logra sin alharacas buenos resultados, incluso en las escenas más exigentes, como la del balcón.

Un buen trabajo en la dirección, sin subrayados además, que combina también con acierto ritmo y comprensión del significado del verso, no siempre fácil; especialmente en los parlamentos de los personajes de mayor rango social, con versos más largos, según se acostumbraba.

Pero, además de esta buena mano en la dirección, el montaje basa su eficacia en otro pilar, como es el trabajo de los actores. En este sentido, hay que destacar por un lado, la labor de María Besant, una muy graciosa doña Inés. Pero sobre todo el de Sara Moraleda, la protagonista cuyo encanto le presta la confianza suficiente para atreverse a esgrimir una gran variedad de recursos interpretativos, así como el de su compañero Rafa Maza.

La importancia de los detalles

En este sentido tan solo cabe apuntar un pero. Y es que, en la composición de los personajes de mayor edad, se podría haber optado por subrayar, en lugar de esa edad, otros rasgos, como la avaricia, la astucia… Un opción menos problemática, creo yo. Y que acertaría también a conjugar mejor los diferentes trabajos actorales, muy destacados por lo demás.

Finalmente también reseñar la importancia del vestuario en este tipo de montajes de teatro clásico. En este sentido, hay que decir que, si llegara dinero, la primera inversión debería canalizarse hacia Paola de Diego, la autora de los figurines, muy meritorios, a pesar de la limitación evidente de los materiales.

Una comedia, en suma, bien interpretada y dirigida, que actualiza dignamente el clásico de Tirso.

Recomendable.

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