‘Anfitriones’: Olvidada carpintería

08/09/2021

Luis Martínez del Amo. La actriz Inge Martín dirige y protagoniza una indagación, en clave de comedia, sobre el influjo de las redes sociales.

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Ni siquiera la presencia del gran actor José Luis Alcobendas logra salvar esta comedia, Anfitriones, compuesta por su también directora, intérprete y dramaturga, Inge Martín —integrante a su vez del reparto de una obvia referencia anterior, Perfectos desconocidos—, que se representa hasta el 12 de septiembre en el teatro Quique San Francisco de Madrid

Armada según el modelo de comedia de relaciones de amistad entre adultos jóvenes, en la estela de Un dios salvaje, de Yasmina Reza, Anfitriones trata de escarbar en la honda perturbación surgida a raíz de la popularización de las redes sociales; arrimando de paso el ascua a la sardina de otro asunto, como es la solidaridad entre pobres y ricos, en alguna de sus más actuales manifestaciones. 

Un collage que se quiere detonar cuando dos parejas, unos anfitriones y sus invitados, se citan una noche cualquiera, en lo que parecía una simple cena, aunque, según se revelará, la reunión esconda un motivo, reservado por los anfitriones.

Con este arranque llega, en nuestra opinión, el primer problema de la obra, que no es otro que una excesiva demora hasta que se descubre el verdadero motivo de la cita. Además, tampoco anda muy fina la forma de presentar ese motivo, demasiado explícita, a nuestro entender, y que hubiera rendido mejores frutos en una clave más realista; es decir, velando parte del discurso, y dejando al espectador rellenar con su imaginación las palabras que no se dicen —o que no debieran haberse dicho—; tal y como practica de manera magistral cierto teatro argentino —por ejemplo, La omisión de los Coleman—, en el que quiere mirarse esta obra.

Lo cierto es que, una vez que se desencadene el conflicto, tampoco acierta el texto a engranar una serie de acontecimientos que interesen al espectador y hagan avanzar la obra. Lo impide, a nuestro juicio, la falta de oficio teatral en la construcción de todo el edificio, carente en suma de eso de suele llamarse ‘carpintería’; así como otros errores comunes en los inicios de la escritura de ficción, como son cierta precipitación a la hora de plantear los asuntos, que elimina el natural crecimiento de situaciones y personajes, en pos de unas conclusiones ya inamovibles antes de meterse en harina. 

En este poco favorable contexto, poco pueden hacer los actores; desde el mencionado, y muy admirado, José Luis Alcobendas, sin fuste aquí; hasta el resto del reparto, compuesto por Bruno Ciordia, Lucía Quintana y la propia Martín; con la única excepción de Quintana, que, en su papel de graciosa, caza al vuelo algunos momentos que le brinda la obra. 

Y poco más. Salvo algunos momentos inspirados, en una apreciación muy subjetiva, como los nostálgicos bailes que se marca la pareja femenina protagonista; así como el aldabonazo final, en el que la actriz, directora y dramaturga, llama a la acción, a fin de conjurar estos tiempos, marcados el narcisismo y la corrección política. 

Hasta el 12 de septiembre, en el teatro Quique San Francisco de Madrid.

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