Más cerca del «Senos» que escribió Ramón Gómez de la Serna en 1917 que del «Coños» de Juan Manuel de Prada (mejor el original que el intento de imitación), el «Culos» de Santiago Velázquez es una obra original. Y no precisamente porque su primera edición conste únicamente de 69 ejemplares numerados y firmados por el autor y por la ilustradora, Marta Chicote,

Con «Culos» Santiago Velázquez vuelve a demostrar su versatilidad literaria, ya manifestada en sus cuentos («Huéspedes del olvido», «Todos los hombres que nunca seré«), sus novelas («La condena de Salomon Koninck, premio Joven & Brillante de Novela Corta en 2012; «La extraña ilusión», XIV Premio Tiflos de Novela en 2014; «Viaje de invierno«), la biografía («Soñaré en tus manos«).

No se trata, obviamente, de un libro pornográfico. Ni siquiera erótico. No es de los que se deben leer con una sola mano, como recomendaba Luis García Berlanga. Es un libro poético, celebrartorio. Sobre todo, divertido hasta decir basta, especialmente en el último relato, «El culo de las feministas».

Santiago Velázquez hace, con este ejercicio de literatura juguetona, mordaz, satírica, hedonista, lúdica, desinhibida, aparentemente intranscendente, un verdadero homenaje a la mujer, al enigma femenino. Lo hace proclamando la incitante redondez de sus nalgas. Sin olvidar, desde luego, la concavidad hospitalaria de su sexo.

Los relatos de «Culos» ganan mucho al estar ilustrados por la mano hábil de Marta Chicote. Otro gran acierto del autor: embaucar a una mujer para ilustrar nada menos que un libro sobre los culos. Cosas veredes. ¡O tempora, o mores!, que diría Cicerón, aunque el sesudo filósofo se lo hubiera pasado pipa con la obra de Santiago Velázquez.